Muchas veces Dios nos quita cosas para luego devolverlas. Y no es que Dios sea sádico o juegue con nuestras emociones, lo hace para que actualicemos nuestra escala de valores y para que identifiquemos qué cosas nos están atando con lo temporal o qué cosas están compitiendo con su señorío. Así fue el caso con Abraham, a quién le dio el hijo de la promesa nada más y nada menos que a los cien años de edad y con una esposa estéril, para pedírselo luego a los 17 años, para que lo entregue en sacrificio en el monte Moriah, en donde , en sentido figurado, lo entregó. ¿Sería que Abraham estaba comenzando a amar más a la promesa de Dios que al Dios de la promesa?… Idéntico fue el caso con la mamá de Moisés, Jochabed. Esta valiente mujer tuvo que tomar la difícil decisión de entregar a las turbulentas aguas del río Nilo a su bebé de tres meses de edad, que Dios le había concedido, para recibirlo luego y criarlo por seis años ¡con todos los gastos pagados! O al profeta Jonás. Este terco personaje estaba desfalleciendo por el calor del desierto en un momento de crisis espiritual, emocional y física, cuando Dios le proporciona sombra de una calabacera que milagrosamente creció en una sola noche. Pero así como creció, al otro día el mismo Dios envió un gusano que la secó por completo. ¿Estás jugando conmigo, Señor?… “No, Jonás, pero me temo que estás más alegre por las provisiones de Dios que por el Dios de las provisiones”…
Quizás ahora entiendas porque muchas veces Dios te hace pasar por el valle de la sombra de muerte. No es que signifiques poca cosa para Él, o que te haya olvidado. Tampoco que otros tengan más valor que tú, o que seas un fracaso. Al contrario, es la tierna mano de nuestro buen Dios que sabe cuando necesitamos cada cosa y cuando no la necesitamos. Si te entregas a su mano sin resistencia aprenderás a ver su amor en cada acto de tu vida.

Pensamiento del día:

Dios es celoso, nunca lo olvides.