La historia del tercer hijo del gran Rey David, Absalón, nos deja varias lecciones de vida dignas de “no” imitar. Este presuntuoso joven manifestaba cierta adicción a las apariencias, similar a la adicción que millones de jóvenes experimentan hoy en día. Su cabello era motivo de especial orgullo. Pasaba horas frente al espejo (si es que los había en aquel tiempo. Creo que sí, aunque no como los de ahora) cepillando y adornando su cabello. ¡Y no era cualquier cabello! Aunque nos cueste creerlo se lo cortaba y pesaba cada año. ¡Dos kilos de pelo cortado! Abundante cabellera, ¿verdad? Continúa el relato del capítulo 12 del Segundo libro de Samuel diciendo que, desde la punta de su cabeza hasta la de sus pies, era hermoso cual no había otro en el Reino. Fue justamente su cabello el motivo de su muerte. Resumiendo su biografía, huía del ejército de su padre David montando un burro, pasó debajo de un roble y fue tal su desgracia que su larga cabellera se enredó en las ramas de aquel árbol de tal manera que su cuerpo quedó suspendido en el aire y su burro siguió su camino. El burro fue el que dedicó toda su vida a mantener y mejorar su belleza exterior pero descuidó la interior, de tal manera que hasta le inició una guerra civil a su propio padre. La manera en que lo mataron, puedes leerla en el capítulo 18 del mismo libro.
El punto es que muchas veces las cosas que poseemos acaban poseyéndonos a nosotros, y aquello a lo que dedicamos ciegamente nuestras vidas terminan siendo el motivo del final de nuestras vidas. ¿Te estás enredando en “cosas” que consumen tu tiempo?… Internet, redes sociales, dormir, comer, deporte, paseos, compras, estudio, Etc., Etc., Etc. ¡Cuidado! Si no quieres ser traspasado por los dardos del enemigo (como Absalón) identifica urgentemente qué cosas te están esclavizando. Ellas pueden enredarte al final y acabarás de cualquier manera, menos con los pies sobre la tierra.

Pensamiento del día:

La mosca desestima esa pequeñita tela de araña hasta que ya es demasiado tarde.