Algunos juzgan apresuradamente a Tomás y le llaman: Tomás el incrédulo. Son esos asesinos de la gracia que también llaman a Felipe el matemático, porque sacó cuentas en la alimentación de los cinco mil y dijo que no era suficiente. ¡Cómo si nunca calculáramos nosotros también los costos antes de emprender algo! A Pedro le llaman el cobarde, porque saltó de la barca y se hundía, como si nosotros no hubiéramos pedido socorro estando en la misma situación. Y a  la mujer de San Juan 8: ¡Adúltera!, como si se destacaran más sus pecados pasados que su perdón presente y su restauración futura.  Tomás no estaba cuando Jesús apareció por primera vez al grupo. ¿Qué dónde estaría? Bueno yo supongo que estaría encerrado en su dolor, en su desesperanza. Ni en Pedro se podía confiar… Ocho días pasaron, nos dice Juan en el v. 26 y ahora Tomás estaba con el grupo. Seguramente se dio cuenta que lo peor que podía hacer era aislarse y aguantar la angustia solo y encerrado en su cuarto. Las puertas del aposento cerradas, las oraciones y la charla se hacen en voz muy baja… por los judíos, claro. Cuando de repente, el Señor en persona aparece en medio, y se dirige directamente hacia Tomás que se empieza a encoger en su silla, se pone rojo y comienza a sudar. “Tomás: no seas incrédulo. Aquí estoy. ¿Quieres tocarme?” “No Señor, ya no hace falta. La comunión con mis hermanos y tu preocupación por mí ya me han animado, gracias Señor. Ahora creo, perdóname Señor. Tú sabes cómo soy, tú me conoces”. “Claro Tomás, por eso vine otra vez, para ayudarte y darte el empujoncito que te faltaba para que comiences a caminar por fe y no por vista”. Cuenta cierta historia que Tomás terminó sus días como un gran misionero en la India. Por cierto aún hoy existe allí la iglesia de Santo Tomás que los pobladores aseguran ser fundada por el mismo apóstol. Y… ¿tú qué? ¿Seguirás llorando también encerrado en tu dolor? Espera en Él. Si es necesario se te aparecerá personalmente para ayudarte en tu debilidad. Pero no te encierres, no abandones al grupo. No llores solo. Pronto llegará, te lo aseguro.

Pensamiento del día:

La razón te grita: Si no ves no creas. La fe te susurra: Cree y verás.