Todos sufrimos quebrantamiento en nuestras vidas, y rupturas en nuestra relación con Dios y en nuestras relaciones con los demás. El quebrantamiento tiende a sobrecargarnos y puede hacer que recaigamos más fácilmente en un sin fin de problemas. Cuando no logramos conciliar o reconciliar una relación rota nos frustramos y sentimientos de incapacidad y de soledad nos invaden. Pasar por alto estos daños e intentar agradar a Dios solo empeora las cosas.  Así, la restauración de lo que se ha roto no será completa sino  atendemos todas las áreas dañadas en nuestras relaciones. Jesús nos enseñó: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano.” Mateo 5:23-24. Gran parte del proceso de sanidad interior consiste en reparar grietas en nuestras vidas. Necesitamos primero reparar nuestras grietas con Dios, luego con nosotros mismos y luego con aquellas personas de las que nos hemos alejado. Ese es el orden correcto. Es que no podemos tener paz con las personas si no estamos en paz con nosotros mismos, pues ese estado de inconformismo o de expectativas no cumplidas se exterioriza en conflicto con los demás. Y, por otro lado, nunca logaremos paz con interior sin experimentar primero la paz con Dios. Postergar un asunto pendiente en nuestras relaciones personales dañadas nos impide disfrutar de paz con Dios e inquieta nuestro ser íntimo. Una vez que hayamos pasado por el proceso de reparar las grietas debemos mantener nuestras mentes y corazones abiertos y considerar que tal vez haya más pasos que hayamos pasado por alto.

Dios, con frecuencia, nos recordará cuáles amistades necesitan nuestra atención. No debemos demorarnos en buscar a aquellos a quienes hemos ofendido o nos hayan ofendido y procurar reparar el daño causado, pues en la demora se empeora el daño y mayor se hace la grieta.

 

Pensamiento del día:

Intentar agradar a Dios con mi ofrenda mientras desagrado a mi prójimo con mi ofensa es la peor incongruencia de la vida.