Llegamos a la vida desnudos. No sólo física sino también emocional, intelectual y espiritualmente. Lentamente nos vamos cubriendo de capas y más capas que llegan a conformar nuestra imagen, nuestra identidad. Son mantos que nos cubren. Necesitamos cubrirnos, pues el pecado nos ha mostrado cuán vergonzosa es nuestra condición ante Dios y la vergüenza pasó a tomar un roll protagónico en nuestra experiencia de vida. Mayormente, esos mantos, son tan ridículos como las hojas de higuera que nuestros primeros padres escogieron escondidos en el bosque. Esas capas que vamos adquiriendo a medida que nos abrimos paso en este mundo son muchas veces necesarias. Pero pueden llegar a transformarse en disfraces que ocultan la tragedia de nuestra verdadera identidad y empezamos a vivir una vida de comedia ocultando nuestra verdadera insatisfacción. Si ese es el caso Dios se encargará de despojarte de tu manto para que, avergonzado ante Él, permitas que sea Dios tu mejor vestido, un vestido que se llama Cristo. Algunos lo entregan voluntariamente, como fue el caso de Abraham y de Elías, a otros se les debe sacar a la fuerza, como le sucedió a la esposa de Salomón en el libro Cantar de los cantares, vagando perdida por las calles de la ciudad. (5:7) Otros no lo entregan nunca, como si Dios les permitiera que sigan en su falsa actuación hipócrita dejando para el final de la función Su Veredicto (1° Timoteo 5:24).

Sería ideal que te enroles en el primer grupo, los que entregan voluntariamente aquellas cosas que están compitiendo con el trono de Dios en su vida. De lo contrario Él irá abriendo lenta pero firmemente cada uno de tus dedos hasta que sueltes lo que te impide disfrutar una verdadera relación con Aquel que te trajo desnudo a este mundo. (Y eso te va doler). Así que cuando Dios abra tu mano no luches, al final la llenará de Él y te encontrarás cubierto con el mejor de los vestidos. En aquel Edén fue un animal sin culpa el que tuvo que entregar su piel para cubrir a un Adán y Eva avergonzados. Hoy es Cristo, el Cordero de Dios, el único que quedó desnudo en la cruz para que tú y yo hoy, estemos vestidos.

 

Pensamiento del día:

Somos como la cebolla: Nos cubrimos de capas que hacen llorar  a los demás.