En nuestro diario andar experimentamos variadas situaciones incomprensibles. Muchas veces son esas situaciones las que provocan en nuestro corazón sentimientos de temor por considerarnos abandonados y desprotegidos de parte de Dios. En ese estado de enojo culpamos a Dios y a las personas por inconvenientes que, en la mayoría de los casos, son consecuencias de malas decisiones personales. Actuamos de manera enajenada de Dios, nos metemos en problemas, sufrimos el daño y levantamos nuestro puño al cielo exclamando: “Dios ¿Por qué me has hecho esto?” Y Dios nos mira con pena desde su trono y pareciera respondernos: “Si me hubieras escuchado cuando te lo advertí…” No en vano dice Él en su Palabra “El prudente ve el mal y se aparta. El necio sigue adelante solo para recibir el daño”. El mundo está lleno de personas enojadas con Dios. Basta detener a algunos que caminan por las calles para presentarles el evangelio de las buenas noticias y recibir rechazo y desprecio porque acusan haber sido ignoradas o defraudados por Dios. “Ya no se puede creer en nada ni en nadie. ¡Ni siquiera en Dios! Si Dios realmente existiera ¿por qué me abandonó mi esposo? Dios se llevó a mi hijo cuando tenía 13 años. No me vengas a hablar del amor de Dios. ¿Por qué las guerras, los tsunamis, las enfermedades?”… Obvio, la lista de “¿por qué?” es interminable, y no hay respuesta convincente para ellas. Pero fallamos en no retroceder un poco en nuestras vidas para reconocer que Dios está justamente allí, donde le pusimos, lejos, muy lejos.  Entones le increpamos cuando nuestras circunstancias se tornan adversas.

Pero ¿cuándo fue la última vez que hablaste a solas con Él y le diste gracias por lo que tienes y le alabaste? ¿Cuánto tiempo dedicas a leer su Palabra cada día para encontrar Su voluntad para tu vida? ¿Es Él lo primero al levantarte y al acostarte? Mira, aunque no lo merezcamos podríamos hacer una larga lista de Sus provisiones ignoradas cada día. Tal vez necesitamos comenzar por ahí para ver que aunque le dejamos afuera, Él sigue queriendo entrar para socorrernos.

 

Pensamiento del día:

Si levantas hacia el cielo tu puño cerrado Dios nunca podrá tomarte de la mano.