Desde pequeños nos han enseñado que nuestro valor como personas es relativo. No valemos por lo que somos sino por lo que hacemos, logramos o tenemos, y esto ha tenido efectos devastadores  que nos dejan una autoestima frágil y vulnerable ante toda experiencia negativa. Esta realidad queda al descubierto en la tediosa frase que temíamos oír de nuestros mayores cuando niños: “Pablito: ¿qué vas a ser cuando seas grande?” Es raro escuchar de un adulto preguntar a un niño: “Y tú ¿qué clase de persona quisieras ser cuando seas grande?”… No, la cosa es hacer, hacer, y hacer. Producir y producir, alcanzar metas, lograr títulos académicos, escalada social, competir, progresar… No es malo, en un sentido, pero debemos aprender también que mi valor intrínseco como individuo no radica tanto en triunfar como en lograr. No tanto el éxito como en el logro. De hecho hay cantidad de personas que han logrado mucho y nunca han saboreado el éxito (ante los hombres, obvio). Partiendo desde el mismo Jesús que en su cruz logró la meta más grande de la historia rodeado de un entorno de fracaso y abandono aparente. Pero Dios le exaltó hasta lo sumo y le dio un Nombre que es sobre todo nombre. Al conocer a Cristo experimentamos cambios en nuestra triste condición humana y descubrimos que somos valorados nada más y nada menos que por el Dios de los cielos.

Solamente estamos capacitados para bendecir a otros solamente cuando hemos experimentado la bendición de Dios en nuestras propias vidas y lo que significamos para Él. Por eso Dios mismo nos llama “benditos”. Dice Efesios capítulo 1: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo.” En pocas palabras: No puedes bendecir a otros sino te sientes primero bendecido por Dios, y  nunca te sentirás bendecido por Dios hasta que no mires a la cruz, te descubras a ti mismo y lo que vales para Dios que te amó hasta morir.

Pensamiento del día:

En la vida hay muchos logros sin aplausos y muchos aplausos sin logros.