En algunas ocasiones te he hablado de dos palabras muy parecidas en su escritura y pronunciación pero muy diferentes en su significado, estas son “religión” y “relación”. Debemos entender que la religión es el esfuerzo del hombre, el evangelio es el esfuerzo de Dios. Siempre  corremos el peligro que se apodere de nuestras vidas la religiosidad que tanto atrae a los seres humanos, ella nos ofrece una conciencia tranquila a cambio de unas prácticas que, en teoría, dejan contento a Dios. Pero la Biblia nos aclara que fuimos llamados a una relación intima y no a una religión fría. Así como no podemos cultivar una amistad o cualquier relación profunda con otra persona si la limitamos a unas cuantas prácticas acostumbradas, tampoco así como funciona con Dios. Las relaciones más profundas son producto del esfuerzo y el tiempo dedicado e invertido en dicha relación, donde no se pone en el corazón esa relación no perdura. Jesús fue muy cortante con los religiosos de su época. Él los denunció públicamente y los comparó con sepulcros blanqueados que, por afuera aparentaban vida, pero por adentro apestaban muerte.

Desde los anales de la historia humana el hombre siempre intentó llegar a Dios por medio de esfuerzos humanos. Quizás estés tú, ahora mismo, cansado de buscar la verdadera felicidad para tu vida, y posiblemente Dios permite que llegues a este punto de agotamiento para que de una buena vez dirijas tu mirada a Él, le digas que solo no puedes, descubras que el trayecto para acercarse a Dios ya lo cubrió Jesús al descender del cielo a la cruz y le invites a entrar en tu corazón y te prepares para comenzar una relación con el Autor de la vida. Dios busca el diálogo, no los rezos. Él se acuerda que somos polvo y por lo tanto débiles,  nos entiende y se compadece de nuestras debilidades. Llegar a Dios por esfuerzos aunque sean religiosos es tan vano como pretender llegar a cruzar un río armando un puente de papel.

Pensamiento del día:

La religión es el esfuerzo del hombre, el evangelio es el esfuerzo de Dios.