La maratón olímpica de 42 kilómetros es una de las pocas disciplinas donde no ser muy joven es en sí una ventaja. El atleta experimentado que ya lleva varios años compitiendo es el que ha aprendido a regular sus fuerzas y conservarlas para los tramos finales que son los más difíciles. De hecho el promedio de edad de estos deportistas oscila entre los 27 y 35 años. No son los jóvenes de 18 a 20 que deslumbran al mundo entero con su velocidad. No, aquí no se trata de sobrepasar sino de resistir hasta el final. Se requiere paciencia, paciencia que aportan los años en este tipo de disciplina. Estamos hablando de uno de los patrimonios de carácter más caros y extraños de la experiencia humana. Abundan los apresurados en esta generación de lo instantáneo. Pero se requiere paciencia, auto control y templanza para correr la carrera de la vida y llegar de pie. Tal vez no primero, pero llegar.

Por falta de paciencia Abraham engendró un hijo con Agar. Por falta de paciencia José intentó apresurar su salida de la cárcel apelando a la ayuda del copero,  por falta de paciencia Moisés mató al egipcio y debió huir al desierto,  por falta de paciencia Pablo descartó al joven Marcos.  San Agustín dijo que la paciencia es la compañera de la sabiduría. Por falta de paciencia el padre hiere verbalmente a su hijo abriendo una brecha entre ambos que durará toda una vida. Por no saber esperar la jovencita se entera que será madre cuando apenas está dejando sus muñecas. Por apresurarse la esposa realiza una compra sin consultar a su marido y endeuda a la familia por varios meses. Son cosas que van de lo cotidiano a lo trágico, son experiencias de vida porque la vida se vive con paciencia. Tuvimos que esperar 280 días para ver la luz fuera del vientre materno. Casi 500 días para aprender a caminar, seis años para poder escribir, 18 para poder graduar. Creo que Dios no intenta decir algo ¿verdad? Tranquilo, jamás nadie se equivocó por esperar.

Pensamiento del día:

Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. (La Biblia)