Necesitaba realizar un trabajo en madera para una decoración de la boda de mi hija Ailén. Cuando entramos al taller del maestro junto a mi padre ambos cruzamos una mirada de duda acerca de si estábamos en el lugar correcto. El espacio era muy estrecho, la construcción muy humilde y sólo contaba con la herramientas básicas que, si bien las tenía muy ordenadas y limpias, apenas si llenaban su mesa de trabajo. Pero era lo único que encontramos disponible y acordamos el trato. Apenas empezó  a trabajar frente a nuestros ojos se dejó ver que conocía a la perfección su oficio. Usaba esas pocas herramientas con tal precisión que en pocos minutos disipó toda duda.  Realmente hizo un excelente trabajo. No hubo nada que objetarle. La verdad es que si nos hubiésemos concentrado en las herramientas o el entorno del lugar hubiéramos salido como entramos.

Me imaginaba que en el taller de la vida también te vas a encontrar a diario con personas y situaciones que, a primera vista, son indeseadas, inesperadas, de poco valor. No son de tu agrado, más bien te resulta incómodo tratar con ellas. Pero si aprendemos a verlas como herramientas, instrumentos en las manos de Dios, si nos concentramos  en Aquel que usa la herramienta antes que en la herramienta que usa, podemos sacar bendición de esas personas o situaciones a cada paso. Sí. Cada persona que pasa por tu vida es una herramienta que Dios escogió para perfeccionar Su Obra en ti. Quizás a ti te parece que es mejor esta o aquella persona para compartir esta etapa de tu vida, pero no olvides que Él te conoce mejor que tú mismo y sabe qué es lo que necesitas y qué es lo mejor para ti, aunque a ti no te guste. Así podremos desarrollar nuestro carácter y aprenderemos a cultivar una convivencia más armónica con aquellos que nos rodean. De ahora en adelante concéntrate en el Maestro y no tanto en las herramientas.

Pensamiento del día:

Debemos aprender a ver a cada persona no deseada en nuestra vida como otra herramienta de Dios para modelarme.