“No niegues el bien a quien se le debe, cuando esté en tu mano el hacerlo.” Proverbios 3:27
¿Sabes quién es el doctor Prajak Arunthog? Se trata de uno de los más importantes médicos de la actualidad en Tailandia. Cuando era muy pequeño, su situación familiar estuvo atravesada por la pobreza y la enfermedad de su madre. En una ocasión, ante la falta de medicamentos, decidió robar tres frascos de aspirinas de un comercio del barrio. Al ser descubierto recibió muchos gritos y retos en la calle. ¡Se sintió tan avergonzado! Un comerciante que observaba la escena, al ver el niño tan angustiado se acercó a él y decidió cubrir los gastos de esos frascos de aspirina y proveerle también un poco de verdura para que le llevara a su mamá. Transcurrieron los años y ese mismo buen hombre sufrió un ataque cerebrovascular, por lo que fue internado de urgencia en un hospital de Tailandia. El tratamiento costaba casi el valor de su propiedad. Entonces su hija decidió poner en venta su casa y negocio a fin de salvar a su padre. Sin embargo, una mañana recibió una nota que decía: El tratamiento ya fue pago hace treinta años con tres frascos de aspirinas y una bolsa con verduras. Usted no debe nada. Amablemente, doctor Prajak Arunthog.
Esta historia es emocionante y digna de imitar, tanto en la actitud del comerciante por salvar la dignidad de un niño pobre, como en la del médico que supo ser agradecido ante ese acto de amor. Hay pequeños gestos que pueden causar grandes impactos en el interior del corazón humano. Jesús sabía de esto e inundó el mundo con acercamientos de gracia y de entrega que cambiaron las historias más dolorosas de aquellos que fueron alcanzados por Él. Quizá cada uno de nosotros tenga que asumir que tenemos grandes dificultades para estar atentos a esas pequeñas cosas que parecen insignificantes, pero que de no hacerlas impiden que otras resulten. Nos guardamos y limitamos no solamente porque no vemos, sino porque perdemos la capacidad de ser empáticos y solidarios. Si Dios hubiera retenido para sí su amor, nunca hubiéramos conocido al maravilloso Jesús. Su entrega fue el evento más grande del Universo traducido de la manera más sencilla: la forma humana. No perdamos la capacidad de amar. Aunque a veces no sean visibles los resultados, siempre el amor hace bien.