Las ovejas son animales muy particulares. Necesitan una guía especial, no sirven para ser salvajes. Morirían rápidamente si no estarían agrupadas en manadas y protegidas por un pastor. Así era en los tiempos bíblicos y, con sus correspondientes avances ganaderos, lo sigue siendo en la actualidad. Porque la naturaleza de la oveja es así. Necesita ser guiada, cuidada y salvaguardada de otros depredadores que ponen en peligro su existencia. El Salmo 23 es el predilecto para describirla. Quien lo escribe es alguien que había vivido pastoreando ovejas desde niño, David, el que llegó también a ser uno de los reyes más populares e influyentes en el pueblo de Israel casi mil años antes de Cristo. Era tal su confianza en Dios que no encuentra mejor metáfora para referirse a su relación con Él, que la de Su Pastor y una oveja. Comienza afirmando: ¨Jehová es mi pastor¨ No duda. No dice: quizá, o a veces, ni cuando Él se acuerda de mí; sino que “ES”. Siempre, en todo momento y bajo cualquier circunstancia. Sin embargo, antepone a esta afirmación un pronombre de solo dos letras: “mi”. Categóricamente personaliza esa relación. Es el creador de todo el mundo, pero es “Su” pastor, personal, íntimo y propio. Todo lo que sigue en este Salmo, puede sostenerse porque hay una correspondencia entre ESE pastor y ESA oveja.

¿Es tu conocimiento de Dios tan personal que te sientes suyo? ¿Despiertas cada día con la vivencia de que Jesús te pastorea?… No hay mejor lugar donde estar que el que Dios te habilita. Creer y depositar tu fe en Él, abre las puertas eternas a esta dependencia de confianza, seguridad y conocimiento por parte del Padre que cuida y guía tu existencia. Muchas personas buscan hoy sus propias seguridades y andan por la vida guiados por su sentido común, sus intuiciones y lo que creen que pueden hacer con lo que les viene. Eso es solo una parte del camino. Dios mira más allá de ti y sabe, quiere y puede llevarte hacia esa seguridad en la cual Él ES tu pastor. Depende de ti ser Su oveja.

Ningún hombre puede seguir a Jesús y perderse