¿Has oído de las langostas de mar? Son crustáceos de gruesas pinzas. Están relacionados con los cangrejos y los camarones. Si bien su cuerpo interno es pulposo, está rodeado por un grueso caparazón, un exoesqueleto de quitina que muda periódicamente al crecer. Las más jóvenes lo mudan varias veces al año y las más viejas, con menos frecuencia. ¿Cómo lo hacen? Se esconden en alguna roca para protegerse de otros depredadores y frotan su cuerpo sobre la piedra con movimientos que parecen dolorosos; pero que las desprenden de ese cuerpo duro que ya no les sirve más, porque necesitan expandir su tamaño. Siempre admiro el equilibrio de la naturaleza. Toda la creación está frente a nosotros para darnos lecciones de vida. Algunos de nosotros no estamos dispuestos a desprendernos de lo que no nos permite crecer. Sufrimos los ajustes de situaciones, relaciones, ideologías y creencias que, en vez de ayudarnos a la expansión de nuestro desarrollo personal, nos aprietan hasta achicarnos. Por supuesto que implica trabajo y determinación dejar atrás lo viejo; pero es necesario para recibir un nuevo impulso, una nueva oportunidad y nuevo espíritu de crecimiento.

Jesús usó una comparación similar en la ciudad de Capernaúm frente a grupos de religiosos que ponían en duda su Deidad. Había sanado a un paralitico y se sentaba a comer con publicanos y gente de mala fama. Esto era inaceptable para ese grupo que decía conocer la ley de Moisés y hacerla cumplir. En medio de esta disputa, Jesús le da la lección: “Tampoco se echa vino nuevo en recipientes viejos, porque cuando el vino nuevo fermenta, hace que se reviente el cuero viejo… Por eso, hay que echar vino nuevo en recipientes de cuero nuevo. De ese modo, ni el vino ni los recipientes se pierden” Cristo y su reino es el nuevo y joven caparazón que permitirá que Su Espíritu se expanda en nosotros. Si no estamos dispuestos a dejar atrás los preconceptos y leyes que limitan su intervención, nunca creceremos a nuevos milagros, nuevas manifestaciones de Su Gracia y Nueva Vida en Él.

¡Cuántas cosas perdemos por miedo a perder!