Cierta vez le preguntaron al sabio chino Confucio: -¿Qué es lo primero que haría si tuviera que gobernar esta gran nación?- A lo que el sabio contestó: -Corregir el lenguaje.

Porque si el lenguaje no es correcto, lo que se dice no es lo que significa. Si lo que se dice no es lo que significa, lo que debe ser hecho queda sin hacer. Si queda sin hacer, la moral se deteriora.

Si la moral se deteriora, la justicia anda extraviada y la gente quedará en una tremenda confusión, y si la gente queda en una tremenda confusión, el caos está a un paso. Todo está en lo que se diga y en cómo se diga”.

En verdad, la apreciación de Confucio es muy acertada. Debemos definir a “la palabra” como el envase de nuestros pensamientos. Una palabra mal usada al expresarse puede producir el mismo efecto que un producto en un envase equivocado al momento de venderse: rechazo.

De ahí que sea imprescindible pensar bien las palabras que escogemos cuando hablamos. Cuando Dios tuvo que escoger una palabra para expresar su sentir sobre la humanidad y su futuro, pensó en alguien que representara exactamente lo que quería decir. No debía haber margen de error debido a lo trágico de la situación de esta raza caída de Adán, y escogió la palabra “CRISTO”.

El evangelio según San Juan comienza con esta declaración: “En el principio era “la Palabra” y la Palabra era (o estaba) con Dios, y aún esa Palabra, ¡era el mismo Dios!” Más adelante, en el versículo 14, leemos: “Y aquella Palabra fue hecha carne, y habitó entre nosotros…” El mismo Juan, en su revelación apocalíptica, en el capítulo 19:13, completa la idea recalcando en su visión del Rey de reyes que su nombre es El Verbo de Dios.
Sí.

Cristo fue la exacta expresión del pensamiento de Dios a tal punto que Jesús pudo decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.

Cuando el hombre intenta descubrir a Dios y su propósito de vida aparte de Jesucristo, está escuchando un mensaje equivocado, y el caos está a un paso.

Pensamiento del día:

Dios fue muy claro y directo al hablarnos; no merece una respuesta evasiva.