Las abejas son unos insectos muy pequeños pero al extremo organizados. Así como para el trabajo de recolectar miel, también se organizan en verdaderos ejércitos voladores cuando consideran alguna amenaza potencial acechando a la colmena. Su arma es un aguijón oculto que clavan en sus víctimas causando, hasta la muerte. Derick Bingham dice que los traidores son como la abeja porque llevan miel en su boca y veneno en su cola.
La Palabra de Dios, presenta a manera de advertencia, un enjambre de traidores que clavaron su aguijón oculto dañándose y dañando a otros. Por nombrar solamente, basta Balaam, Dalila, Saúl, Joab, Recab, Baana, Absalón, Aitofel, Jezabel, Sambalat, Amán, Judas, Demas, entre otros.
Pero… ¿Qué es lo que motiva al corazón humano a optar por la traición como recurso nefasto y cruel para alcanzar propósitos egoístas? Básicamente son tres cosas muy bien identificadas: La ambición material, la pasional búsqueda del placer y el prestigio que proporciona el poder. Sí. El tener, el placer y el poder, o dicho de otra manera, la lana, la cama y la fama. Como quieras llamarlo. ¡Pero cuidado! Si estas metas no están bien controladas pueden llevarte a extremos tristes traicionando aún, a quien más amas.
Para Balaam fueron los regalos de Moab. Para Dalila, 1.100 talentos de plata por príncipe. Para Amán, un lingote de oro, un manto babilónico y algunas monedas de plata sirvieron para traicionar a su pueblo. Para Judas, 30 piezas de plata fue el precio por vender a su Maestro. Absalón, usurpó el trono de su propio padre con traición por ansias de poder, y así la lista de este enjambre de “abejas asesinas” sigue en cada página sagrada.
Necesitamos la óptica que consiguió Asaf cuando menciona en su Salmo 73 que se mantuvo firme ante la seducción de la envidia por la fama y el poder. Él termina su discurso en el versículo 28: “En cuanto a mí, acercarme a Dios me ha hecho bien, porque en Él he puesto mi esperanza.” Espera en Dios, nunca traiciones gracias eternas por conseguir migajas terrenas.