En el Antiguo Testamento, por ley, los judíos estaban obligados a entregar tres diezmos, esto sin contar con las ofrendas voluntarias. El primer diezmo servía para sustento de los levitas. El segundo diezmo servía para que el judío lo coma en una celebración festiva junto con su familia en Jerusalén. El tercer diezmo, no era para el sustento de los levitas, ni para comerlo en Jerusalén en una celebración festiva, sino exclusivamente para ayudar a los necesitados, ya sea al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda. Permítame leer el texto en Deuteronomio 14:28-29. La Biblia dice: Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año,  y lo guardarás en tus ciudades.  Y vendrá el levita,  que no tiene parte ni heredad contigo,  y el extranjero,  el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones,  y comerán y serán saciados;  para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren.

Esto significa que los judíos no debían ser responsables solamente por las necesidades de los levitas para que puedan realizar su servicio en el templo, sino también por las necesidades de personas que sin ser levitas estaban atravesando por alguna situación difícil en el área económica, como los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Obviamente, el Nuevo Testamento tiene sus propios principios en cuanto a la ofrenda, pero se mantiene el concepto de que las ofrendas no deben ser sólo para atender las necesidades de las iglesias locales, sino también para atender las necesidades de personas que están atravesando por alguna situación difícil en el área económica. De esto se desprende el consejo que me gustaría compartir con usted. Sin descuidar lo que el Señor ha puesto en su corazón que dé como ofrenda a su iglesia local, acostúmbrese a guardar un fondo adicional con el exclusivo propósito de ayudar económicamente a personas que estén en necesidad. Pida a Dios en oración que le dé discernimiento para saber a quién va a ayudar y en qué medida va a ayudar. En otras palabras, no se trata de dejar de ofrendar a la iglesia local y entregar esa ofrenda a las personas necesitadas, sino ofrendar a la iglesia local y además de eso ayudar a las personas necesitadas. Si se dejara de ofrendar a las iglesias locales, simplemente las iglesias locales tendrían que cerrar sus puertas porque no habría fondos para sustentar a los pastores, para pagar los servicios de agua, luz, teléfono, para el mantenimiento del templo donde se reúne la iglesia, para comprar materiales para hacer la obra de Dios y tantas otras cosas más. No ponga en riesgo la existencia de la iglesia local, ofrende a la iglesia local lo más que pueda y además de eso, ayude a los necesitados y ayude también a los ministerios cristianos que, sin ser patrocinados por una iglesia local en particular, sin embargo están haciendo una obra importante para el engrandecimiento del Reino de Dios.