Vivimos en una sociedad convulsionada, atormentada y en extrema hambre espiritual, aunque ella no quiere reconocerla.

Hay gente que empeña su alma al mismo Diablo con tal de saciar su hambre espiritual mientras nosotros, los que decimos tener al Pan de vida, no somos capaces de compartírselos porque tenemos prejuicios.

Pensamos que hay personas que no van a cambiar jamás, no nos queremos contaminar con sus pecados y nos alejamos del hambriento porque no tenemos ganas de invertir nuestro tiempo en ellos.

Preferimos el selfie en redes sociales repartiendo un sándwich en una calle oscura que sentarnos a escuchar a alguien con problemas.

Debemos, como los discípulos, ir a Jesús quien reparte las canastas de peces y pan para el hambriento. Debemos dejar de pensar en nosotros mismos y ver por los que están entregando sus hijos y hogares por solo tener un poco de paz.

Tómate un café y piensa a quién vas a llamar o visitar hoy para darle un poco de pan.

¿Estás con hambre espiritual?
¿Qué estás dando por causa del hambre?
¿Dios es el que sacia tu vida?