No es nuevo para nadie que muchos de los siervos caen en el camino y muchas veces su caída lastima a muchos.

Una vez escuché una frase que decía que “la iglesia es el único ejército que deja a sus soldados caídos”.

En la vida cotidiana es la realidad de muchos, pero no debe ser el común denominador de la iglesia de Cristo.

Debemos preocuparnos por los que trabajan en la obra y estar listos a defenderlos desde la subida del alba hasta que salgan las estrellas.

Que una persona esté en una posición de liderazgo no lo vuelve un hombre de acero a quien no le entran balas. Todos necesitamos que nos protejan, que nos defiendan y nos adviertan del peligro.

Habla con Dios mientras tomas un café y conviértete en un protector de obreros.

¿A quién defiendes?
¿quién te defiende?
¿te dejas defender?