En el pasaje bíblico de Efesios 2:8-10 se aprecia con absoluta claridad que la salvación es un regalo inmerecido de Dios al pecador. Por gracia sois salvos, dice el texto. Gracia significa dar lo que no se merece. La fe es lo que permite recibir ese regalo inmerecido que es la salvación por gracia. Dios es quien se lleva toda la gloria en la salvación del pecador. El pecador no tiene absolutamente nada de que gloriarse por su salvación.
La salvación es un don o un regalo de Dios, el cual no se recibe por hacer buenas obras, porque si resultara de hacer buenas obras, entonces el hombre tendría el crédito o la gloria por ser salvo, pero el texto dice: No por buenas obras, para que nadie se gloríe. El pecador que, por la sola fe, aparte de las buenas obras, recibe el regalo inmerecido de Dios, llamado salvación, es hecho una nueva creación, en realidad es hecho una obra de arte por la mano del artista quien es Dios. El pecador salvo es hechura de Dios, creado en Cristo Jesús con un propósito. Ese propósito es hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que las haga. En otras palabras, el pecador no es salvo por buenas obras sino salvo por la fe para buenas obras. Las buenas obras son el resultado natural de la fe que lleva a la salvación. A la luz de todo esto, sabiendo que la Biblia no puede contradecirse, entonces se hace necesario reconocer que Santiago 2:14-26 debe estar hablando de algo diferente cuando hace la pregunta ¿Podrá la fe salvarle? ¿De qué puede estar hablando? Pues Santiago está manejando dos elementos importantes.
Una fe viva y una fe muerta. La fe viva es aquella que conduce a la salvación y que se manifiesta en buenas obras. La fe muerte es aquella que no conduce a la salvación y que no se manifiesta en buenas obras. Lo que Santiago en realidad está preguntando es lo siguiente: ¿Podrá una fe muerta salvar a alguien? La respuesta obvia es no. Solamente la fe viva, la fe que se manifiesta en buenas obras puede salvar a un pecador. Santiago pone el ejemplo de Abraham. El registro bíblico dice que Abraham creyó y eso le fue contado por justicia, es decir la fe hizo que Abraham sea salvo, pero la fe que produjo esto en Abraham fue una fe viva por cuanto Abraham manifestó buenas obras que son evidencia de la fe viva. Lo propio se puede decir de Rahab la ramera. Lo poco que ella sabía de Jehová, el Dios de Israel, le permitió tener fe en Él, y esa fe fue viva y en consecuencia Rahab fue salva. La fe viva de Rahab se manifestó en buenas obras, al ayudar a los espías que envió Moisés. Así que Santiago en su libro está hablando de las buenas obras que siempre resultan de la fe viva, mientras que Pablo en su libro de Efesios está hablando de la fe viva que siempre resulta en buenas obras. Los dos tienen totalmente la razón y no hay conflicto alguno.