Al leer lo que dice la palabra de Dios en Salmo 8:3-8 se hace evidente que la raza humana es de un orden inferior a la raza angélica. Permítame dar lectura a este pasaje bíblico. La Biblia dice: Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
El escritor de este salmo es el gran rey de Israel, David. Aquí lo tenemos asombrado por el hecho que un Dios tan grandioso, poderoso y maravilloso, quien hizo todo lo que hay en el universo, sin embargo, toma en cuenta o se ocupa del hombre, el cual a pesar de haber sido hecho poco menor que los ángeles, sin embargo, fue coronado de gloria y de honra al punto que Dios le hizo señorear sobre todas las obras que Dios hizo con sus manos, ya sea ovejas y bueyes, las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar. Ciertamente, por el testimonio que proveen las Escrituras sabemos que este privilegio de dominar la creación por parte del hombre, resultó seriamente afectado por la entrada del pecado en la creación, pero no se debe olvidar que el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo murió en la cruz del Calvario para redimir al hombre hundido en el pecado, y para redimir inclusive a la misma creación, de modo que recupere la gloria que Dios siempre quiso que tenga. El futuro para el hombre redimido por el sacrificio de Cristo, es tan glorioso que un día todavía futuro, el hombre redimido por Cristo tendrá el privilegio de juzgar a los mismos ángeles. A esto es a lo que se refiere 1 Corintios 6:1-3 donde leemos lo siguiente: ¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?
El apóstol Pablo está confrontando firmemente a los creyentes Corintios por su errada práctica de que un creyente demande judicialmente a otro creyente por la causa que fuere. Un creyente jamás debe someter a juicio a otro creyente. Los desacuerdos de cualquier índole entre creyentes deben resolverse dentro del seno de la iglesia no en las cortes judiciales del mundo. Hacer lo opuesto es falta grave. El argumento de Pablo para ordenar este asunto se fundamente en que a causa de nuestra unión con Cristo, los creyentes juzgaremos juntamente con Cristo al mundo, durante el reino milenial y también juzgaremos a los ángeles. Es el privilegio que nos espera gracias a la obra redentora de Cristo Jesús.