Debo confesar que no puedo hablar por experiencia propia porque jamás he hecho caer a alguien, así como jamás alguien me ha hecho caer a mí. Sin embargo, permítame hacer algunas observaciones al respecto. Primero, hasta donde yo he visto, las personas que hacen caer a otras, no tienen unidad de criterio en cuanto a las razones para hacerlo. Para algunos, es una manifestación del poder sobrenatural que Dios les ha dado. Para otros, es para otorgar el Espíritu Santo a los que lo necesitan. Para otros es para otorgar descanso, alivio, paz a las personas abrumadas por sus pecados, temores, preocupaciones. Para otros es una manera de atraer la atención y admiración de los demás. Aun para otros es la señal de aprobación de Dios de lo que están haciendo en la iglesia o en algún ministerio. Por tanto, derribar a otros con sólo ordenarlo o soplar o tocar o empujar, tiene su propio y particular significado para cada uno. Este relativismo arroja una espesa sombra de duda acerca de cuál mismo es el propósito de esta práctica.
Segundo, en cuanto a los que se caen, yo he constatado que no siempre son creyentes, lo cual me deja una gran interrogante: ¿Qué propósito espiritual puede tener esta práctica en alguien que está muerto espiritualmente? Lo que más necesita un incrédulo no es que alguien le haga caer, sino nacer de nuevo por el poder del Espíritu Santo y la palabra de Dios, esto es, pasar del estado de muerte espiritual al estado de vida espiritual. También he notado que los que caen son aquellos quienes previamente han sido preparados con mucha anticipación a través de la música, de batir las palmas enérgicamente, de levantar los brazos, de danzar, de contornearse y eventualmente han entrado en una especie de trance o éxtasis. En este estado parece que pierden el control de sus propios actos y están abiertos para someterse a la voluntad de otra persona. Por supuesto que la Biblia exhorta a los creyentes a ser controlados por el Espíritu Santo, pero el Espíritu Santo jamás anula la voluntad de la persona para que se someta a la voluntad de otra.
También he podido observar que no sólo algunos predicadores o pastores tienen este supuesto poder para hacer caer a otros ordenándolo, o soplando o tocándolos o empujándolos, porque los hipnotizadores introducen a persona en un estado hipnótico y hacen que estas personas obedezcan lo que el hipnotizador ordene, inclusive caerse. Así que jamás debemos pensar que solamente algunos pastores o predicadores practican derribar a la gente. También he notado que las personas que se prestan para ser derribadas, parece que no están satisfechas con ser salvas y con saber que su vida está segura en las manos de Dios, sino que siempre están pensando que debe haber algo más que les hará sentirse satisfechos y por eso buscan experiencias aparentemente sobrenaturales, como esto de caerse. La palabra de Dios es clara cuando afirma que el Señor Jesucristo es todo lo que un creyente necesita para sentirse totalmente satisfecho. Embarcarse en una búsqueda de algo más es una forma de despreciar a la persona del Señor Jesucristo. Estas son simplemente observaciones sobre esta práctica que para mi concepto no tiene fundamento bíblico.