La palabra de Dios enseña que una vez salvos, somos para siempre salvos. Existe mucha evidencia bíblica que demuestra este hecho. De entre esa mucha evidencia, permítame citar solamente tres pasajes bíblicos.El primero, Juan 10:27-29 dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi padre.»Si ha recibido a Cristo como su Salvador personal, ha llegado a ser un hijo de Dios y también una oveja de Cristo. Imagine cuánto le ama su pastor que estuvo dispuesto a morir en su lugar. Como oveja del rebaño de Cristo, entra a disfrutar de algunos beneficios.
Este texto cita al menos lo siguiente: Es conocido por Cristo. Siendo ese el caso, nada ni nadie puede hacer algo en su contra sin el consentimiento de su pastor. Además, dice el texto que el pastor le da vida eterna. No dice que le dará vida eterna si no peca o si se mantiene fiel hasta el final. Por eso dice el mismo texto que las ovejas del pastor que es Cristo no perecerán jamás. Esto sería suficiente garantía para sentirnos seguros de nuestra salvación, pero el pastor va más allá en su afán para que esté seguro de su salvación eterna. El texto dice que las ovejas del pastor están en su mano y por tanto, no existe nadie que pueda arrebatarlas de allí en contra de la voluntad del pastor. Y más aún, además de estar en la mano de Cristo, las ovejas estamos también en la mano del Padre. Cristo y el Padre nos sostienen en su mano. Por eso nuestra salvación está garantizada por la eternidad.Veamos ahora un segundo texto. Hebreos 10:14 dice: «porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.»Los santificados de quienes habla este texto, somos todos aquellos que hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador. Esta santificación no fue por mérito propio sino porque confiamos en Cristo como nuestro Salvador quien se ofreció a sí mismo por nosotros. Pero note la excelencia de ese sacrificio de Cristo. El texto leído dice que la ofrenda de sí mismo hizo perfectos para siempre a los que hemos creído en él. Perfectos para siempre es otra forma de decir: salvos por la eternidad. De modo que, si ha confiado en Cristo como su Salvador, ha sido hecho perfecto para siempre.
No existe la más mínima posibilidad de perder su salvación.Por último, consideremos un tercer texto. Romanos 8:37-39 dice: «Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.»Casi nada se puede añadir a la contundencia en favor de la seguridad de la salvación de este pasaje bíblico. Si ha recibido a Cristo como Salvador, nada ni nadie, ni Satanás, ni sus demonios, ni siquiera Usted mismo puede hacer que se separe del amor de Dios. La salvación es eterna.