Comenzaré por señalar que la adoración de imágenes está absolutamente prohibida en la Biblia.
Ponga atención a lo que dice el primer mandamiento del Decálogo. Se encuentra en Éxodo 20:3 donde dice: “No tendrás Dioses ajenos delante de mí” Cuando una persona pone cualquier cosa en el primer lugar antes que Dios, esa persona está cometiendo el pecado de idolatría, o la adoración a un ídolo o a un dios ajeno. Los ídolos pueden ser imágenes, o figuras, o personas, o cosas, o actividades.
El primer mandamiento del Decálogo condena la práctica de adorar los ídolos.
El segundo mandamiento del Decálogo está relacionado con el primero. Tiene que ver con no adorar al Dios verdadero, pero, a través de cualquier objeto o imagen. Note lo que dice Éxodo 20:4-6 “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. El pecado no está solamente en la adoración de imágenes. El pecado está también en adorar al verdadero Dios a través de una imagen.
Muchas personas no entienden esto y de esta manera quebrantan el segundo mandamiento del Decálogo. Estas personas se inclinan y honran a las imágenes, cualesquiera que sean, y cuando uno les pregunta: ¿Por qué lo hacen? Defendiéndose dicen: No estoy adorando a la imagen, sino que estoy adorando a Dios representado por esa imagen.
Pero esto es justamente lo que está prohibiendo el segundo mandamiento del Decálogo. Todo esto para afirmar que de ninguna manera Dios puede alentar que se fabriquen imágenes para ser adoradas o para recibir adoración por medio de ellas.
Con esto en mente leamos el pasaje bíblico que se encuentra en Éxodo 25:17-22. «Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio.
Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio, harás los querubines en sus dos extremos. Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre e propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel«.
Ya sabemos que no se debe adorar imágenes y que no se debe adorar a Dios a través de imágenes. Los querubines labrados en oro, que eran parte integral del propiciatorio. No estaban allí para ser adorados ni para adorar a Dios por medio de ellos. Estaban allí como un símbolo de la santidad de Dios. Los querubines siempre están asociados con el acto de guardar la santidad de Dios. Así que, no existe ni el más mínimo indicio que Dios haya ordenado la construcción. Dios no ordenó construir querubines del propiciatorio para ser adorados o para adorar a Dios a través de ellos.