Hasta donde se puede discernir, el espíritu en el ser humano es el soplo de Dios en la criatura, el principio de vida que se deriva de Dios. El alma es la posesión individual del hombre, aquello que distingue a un hombre de otro y de la naturaleza inanimada. Algo que ayuda a entender un poco mejor el significado algo abstracto de alma y espíritu es mirarlo de esta manera: Cuerpo, alma y espíritu no son otra cosa que la base real de los tres elementos del hombre: Conciencia del mundo, conciencia propia, y conciencia de Dios. Con el cuerpo nos relacionamos con el mundo, con el alma nos relacionamos con nosotros mismos y con el espíritu nos relacionamos con Dios. En cuanto a si el alma puede morir o dejar de existir, leamos el texto en Ezequiel 18:4. La Biblia dice: «He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.»


Tanto la palabra hebrea como griega, que se traduce como alma, se usa en dos sentidos muy diferentes. Uno para indicar la totalidad del ser, como cuando decimos que había cien mil almas en un estadio para dar a entender el número de espectadores, y otro para indicar la base o el asiento de la individualidad del hombre. Esto hace que sea importante saber a qué se refiere la palabra alma según el contexto donde aparece. En el caso del texto recientemente leído, Ezequiel 18:4, la palabra alma se refiere a la totalidad del ser. Cuando la Biblia afirma que el alma que pecare esa morirá, está diciendo que el pecado produce una separación entre el hombre y Dios. El pecador está separado de Dios. Podemos decir que su alma está muerta a causa del pecado.

Afirmar que el alma está muerta no es lo mismo que decir que el alma deja de existir, simplemente significa que está separada de Dios. ¿Qué pasa cuando una persona muere físicamente? Pues se produce una separación de la parte material, su cuerpo y la parte inmaterial, su alma y espíritu. El cuerpo vuelve al polvo, pero el alma y espíritu continúan su existencia por la eternidad. El lugar en el cual existe el alma y espíritu depende de si la persona recibió o rechazó a Jesucristo como Salvador. Los que recibieron a Cristo como Salvador mientras vivieron en este mundo, vivirán unidos a Dios en un lugar de bendición llamado cielo. Los que en vida rechazaron a Cristo continuarán separados de Dios por la eternidad en un lugar de tormento llamado infierno.

La existencia del alma y espíritu después de la muerte física de un individuo es evidente en textos como Apocalipsis 6:9-10, «Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de las palabras de Dios y por testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Allí lo tiene, las almas de los muertos durante la tribulación no habían dejado de existir o estaban inconscientes. Dice el texto que clamaban a gran voz orando al Señor. Esto prueba que el alma es inmortal.