Sucede que, en los inicios de la iglesia cristiana, algunos supuestos creyentes de trasfondo judío, conocidos como judaizantes, estaban tratando que los creyentes gentiles, además de recibir a Cristo como Salvador, adopten algunas costumbres propias del judaísmo, como requisito para ser salvos.
Los judaizantes tenían especial interés en que los creyentes gentiles se circunciden, guarden el séptimo día como día de reposo y se abstengan de comer alimentos que eran inmundos para los judíos, como la sangre. Este intento fue confrontado por el apóstol Pablo y por Bernabé, al punto que se llevó el asunto a los líderes de la iglesia cristiana en Jerusalén. Los judaizantes decían: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés. Pablo y Bernabé por su lado deben haber dicho: Los gentiles creyentes no necesitan adoptar las costumbres del judaísmo para ser salvos.
Es suficiente con que por fe reciban a Jesucristo como Salvador. Luego de las deliberaciones de rigor, se tomó la decisión. Jacobo redactó la decisión en una carta circular para las iglesias locales de Antioquia, Siria y Cilicia. La carta aparece en Hechos 15: 22-29 donde dice: Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos; y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud. Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo. Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.
Esta carta fue una bofetada para los judaizantes. Los creyentes gentiles no debían circuncidarse ni guardar la ley de Moisés. Lo único que se les pidió fue: Abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. ¿Por qué es que Jacobo está instruyendo a las iglesias de los gentiles a abstenerse, entre otras cosas, de comer sangre? La razón es sencilla. Es porque donde estaban esas iglesias había judíos y es un principio bíblico muy reconocido, que los creyentes no deben hacer nada que ofenda o haga tropezar a un hermano débil. El pecado al comer sangre no estaba en comer sangre sino en hacer tropezar a un hermano judío débil, quien pensaba que no se debía comer sangre. En conclusión, la Biblia no condena comer sangre en la actualidad. Si le gusta y no hay peligro de hacer tropezar a ningún creyente débil, puede hacerlo, pero si no está convencido de que puede hacerlo, o piensa que tal vez hará tropezar a un hermano débil, es mejor que no lo haga, porque la Biblia dice que todo lo que no proviene de fe, o de un convencimiento sobre algo, es pecado.