Me impactan las preguntas de Dios, porque no son de interrogación sino retóricas para que nos demos cuenta de nuestra situación o condición. Son aquellas que te dejan sin respuestas porque son obvias y por más que tratemos de encontrar una excusa no podemos ir en contra de la verdad que Dios está revelando. Esta pregunta te deja al descubierto, desnudo y sin justificaciones; el hombre es diseccionado y el Espíritu Santo trae a la luz lo más oculto de su corazón, no tenemos escapatoria, no podemos disimular, no podemos ser limpios ni justificados de nuestros pecados por nuestros propios méritos.
Lo bueno de estas preguntas es que Dios no tiene la intención de poner un gran peso sobre ti y dejarte de rodillas con las manos en el suelo sin saber qué hacer, sino que también te da la respuesta, sólo quiere que reconozcas tu condición y acudas a Él por socorro.
Jesús es el que puede limpiar tu vida de pecado y hacerte justo ante Dios, nos hace brillar con su luz y nos transforma en luminarias de este mundo. La expectativa del hombre es que no tiene nada malo en sí, pero la realidad es que no podemos ser salvos por nosotros mismos pues necesitamos a Cristo. Alaba a Dios en tus pensamientos mientras tomas un café.
¿Tratas de justificarte ante Dios?
¿Reconoces que necesitas a Jesús?
Pídele que te limpie de tus pecados.