“Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios.” Romanos 3:23
Los dos entraron a la capilla.
Uno necesitaba decirle a Dios lo bueno que se sentía por ser diferente al otro que estaba a su lado. El otro, necesitaba decirle a Dios que no se sentía bien consigo mismo, que se veía como un pecador e indigno hasta de orar. Ambos oraban. Ambos creían en un mismo Dios.
Ambos tenían conciencia de sí mismos, pero había una distancia abismal entre los dos. Semejantes pero diferentes. El primero se creía bueno y justo pero el segundo era auténtico y con errores ¿Qué actitud habrá sido la correcta? Jesús valoró la del humilde y sincero, sin lugar a dudas.
Muchas veces perdemos la dimensión de quiénes somos. Ponemos valores altamente positivos hacia nosotros mismos cuando nos comparamos con actores de nuestra comunidad atravesados por historias deterioradas de vida. De un lado los buenos, los correctos, los trabajadores y responsables.
Del otro los malos, los transgresores, los vagos e irresponsables. Y tú puedes seguir agregando en ambas listas los prototipos que quieras.
Mundos de diferencias que nos separan entre nosotros pero que no tienen nada que ver con las medidas divinas. Dice la Biblia que “todos pecamos” y necesitamos de su gracia y perdón. Nuestros méritos nunca son tan suficientes como para ser perfectos y justos.
Confiar en nuestras propias justicias nos aleja, no solamente de lazos de comunidad con nuestros semejantes sino de la verdadera comunión con Jesús. Es en su cruz donde recibimos la justa medida de su misericordia que nos hace justos delante de Dios. Cuando reconocemos nuestra vida, vulnerable e injusta, entonces invocamos a Dios desde otro lugar.
No para que se apiade de nosotros porque somos buenos, sino porque somos pecadores y confiamos que su perdón es suficiente para salvarnos. A la vez, trasladamos así un espíritu de comunión y hermandad que nos iguala, incluye y respeta cualquier otra condición humana, entendiéndola solamente a través del amor experimentado en Jesús.
Pensamiento del día:
No te encuentras con Dios por la escalera de tus méritos, sino por las puertas de la humillación.