“Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” Salmo 23:4
Las escenas más antiguas de pastores que cuidan a sus rebaños, siempre están acompañadas de ciertos instrumentos que necesariamente éstos deben llevar en su mano. Una vara y un cayado, así como lo menciona David en este Salmo.
De hecho, desde muy jovencito había sido un experto en el uso de estos instrumentos indispensables para trabajar como pastor.
Nunca hubiera derrotado al enorme Goliat si no hubiera sido tan preciso en la destreza y puntería adquirida en el desierto. La vara, era un palo extenso, recto y firme que más allá de usarse para defenderlas de las amenazas de las fieras, también se usaba para contarlas y examinarlas.
La lana podía ocultar lastimaduras o parásitos y debido a eso, con la vara, el pastor exploraba su estado. Por último, otra de sus utilidades era que, con la vara, el pastor disciplinaba en el caso de que una de ellas se apartara del lugar seguro.
Por otra parte, el cayado también tenía un fin determinado: Ese palo con una gran curvatura en uno de sus extremos, servía para atraer a las ovejas perdidas hacia sí mismo y hacia las otras del rebaño. Jamás se usaba para golpear, siempre para atraer.
Si nosotros le permitimos a Jesús pastorear nuestras vidas sometiéndonos por fe a Su voluntad, también cuidará de nosotros como si fuera un pastor.
Utilizará disciplina para enseñarnos a elegir y andar por buenos caminos, pero a la vez nos protegerá de lo que nos pueda destruir. De la misma manera, no se cansará de atraernos hacia su comunión una y otra vez de manera amorosa y directa para mostrarnos su interés y compasión.
Él establece ese contacto cuidadoso, correctivo y cercano porque somos suyos. El ser humano por naturaleza es propenso a hacer lo que siente y quiere, perdiendo el sentido de pertenencia hacia Su creador.
Pero Él viene a nosotros y nos alienta, nos examina, conforta y satisface por Su Espíritu a fin de darnos comunión y seguridad.
Pensamiento del día:
Podemos confiar en que Dios nos asiste aun en los instantes más difíciles solo para darnos cuenta que SIEMPRE estuvo ahí.