Casi veinte años de mi vida me he dedicado a la formación de jóvenes alumnos, practicando la docencia en el Seminario Bíblico en el cual trabajo junto a mi esposa Marta y mis hijas en La Mitad del Mundo, Quito, Ecuador.
Muchos de esos jóvenes ingresan por las puertas de nuestra institución con sus maletas repletas de sus cosas pero con sus corazones vacíos de afecto, recuerdos felices y modelos hogareños claros y firmes. Familias disfuncionales, padres ausentes, abandono de hogar y abusos son el récord que ocupa el banco de sus memorias. Se demora años en alinearlos con el Perfecto Plan de Dios.
Muchas veces, los 4 años que dura su capacitación no son suficientes para enmendar tanto daño, tantas pérdidas y semejantes ausencias. Por tal motivo para muchos de ellos y de ellas llegamos s ser sus “papás” y sus “mamás”, y así nos llaman. ¡No nos ofendemos! Al contrario.
Nos llena el corazón de orgullo que podamos tener el privilegio de ocupar esa figura en sus vidas, aunque sea una figura adoptada. Notamos que cuando ellos nos llaman así se les ilumina el rostro.
Es que el solo hecho de pronunciar con los labios esas palabras mágicas: “papá”, “mamá” fortalecen en el ser de cada humano ese sentido de propiedad, de pertenencia, de identidad, de familia. ¡Alguien me valora! ¡Alguien me ama! ¡A alguien le importo! ¡Tengo a quien saludar en el día de la madre o del padre.
Quizás parezca banal, insignificante, ¡pero es trascendental!
Bien, mucho más trascendental es el hecho que puedas llamar Papá a Dios, y eso está a disposición de todos lo que le busquen.
Todo individuo que ignora, rechaza o menosprecia esta oferta caminará por la vida con una búsqueda incierta de su verdadera identidad. Solo, (aunque rodeado de personas), triste, (aunque se ría a carcajadas en el trabajo) y abandonado, (aunque sea para todos los demás el más exitoso).
Pensamiento del día:
Tienes un Padre, tienes una familia, tienes Quien te ama más de lo que jamás nadie pudo amar.