Según las Escrituras, existe sólo un cuerpo llamado Iglesia. Hablando de la iglesia universal, Efesios 4:4 dice: un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;
A pesar de las muchas circunstancias que parecen negarlo, es un hecho que a los ojos de Dios los creyentes formamos un solo cuerpo. Aunque esta iglesia nunca sea visible al hombre en su totalidad, sin embargo, está constituida en un solo cuerpo por el Espíritu Santo. Esta verdad doctrinal relativa a la iglesia universal debe reflejarse totalmente en la iglesia local. ¿Cómo pueden demostrar los creyentes esta verdad doctrinal hoy en día? Tal vez la manera más evidente es por medio de abstenernos de atribuirnos nombres que nos separan de otros creyentes. Pablo refutó la tendencia entre los creyentes de Corinto de hacer divisiones en el cuerpo de Cristo.
Note lo que dice 1 Corintios 1:10-17 dice: Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.
Lamentablemente, los creyentes de hoy en día están divididos en denominaciones que llevan nombres de países, o de sus fundadores, o de las ordenanzas que practican, o de la forma de gobierno que han adoptado. Todas estas cosas son una negación de la unidad del cuerpo de Cristo.
Sin embargo, jamás debemos sacrificar la doctrina bíblica en el altar de la unidad. ¿A qué me refiero con esto? Pues al hecho que, por mantener unidad, no podemos asociarnos con grupos que abiertamente rechazan principios fundamentales de las Escrituras. Alguien alguna vez en el pasado puso este asunto de una manera muy clara cuando dijo: En lo fundamental debe haber unanimidad, en lo que no es fundamental, puede haber diversidad, pero, sobre todo, debe haber amor. Si los creyentes pusiéramos en práctica al menos en parte lo que dice la Biblia sobre la unidad, no estaríamos manifestando ese pobre espectáculo de división que hoy manifestamos al mundo con nuestras divisiones que se originan en nuestra carnalidad.