Vamos a dar lectura al texto que se encuentra en Mateo 24:35-37 donde dice:  El cielo y la tierra pasarán,  pero mis palabras no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe,  ni aun los ángeles de los cielos,  sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé,  así será la venida del Hijo del Hombre.

Este pasaje bíblico se inscribe dentro de la profecía relacionada con la segunda venida de Cristo. En lo que tiene que ver con el día y la hora de su segunda venida, el Señor Jesús dijo que nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo su Padre. Los que cuestionan la deidad del Señor Jesús, se toman de esto para afirmar que el Señor Jesús no puede ser Dios porque ignora el día y la hora de su segunda venida. Pero la Biblia declara fuera de toda duda que el Señor Jesucristo es Dios. Juan 1:1 y 14 dice: En el principio era el Verbo,  y el Verbo era con Dios,  y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne,  y habitó entre nosotros  (y vimos su gloria,  gloria como del unigénito del Padre),  lleno de gracia y de verdad.

Por ser Dios, el Señor Jesucristo es omnisciente, lo cual significa que conocía absolutamente todo en todo instante del tiempo. ¿Cómo explicar la aparente contradicción? La explicación es que el Señor Jesús voluntariamente renunció al uso de sus atributos divinos durante su vida y ministerio terrenal, aunque continúo siendo totalmente Dios. Filipenses 2:5-8 dice al respecto: Haya,  pues,  en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual,  siendo en forma de Dios,  no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,  tomando forma de siervo,  hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,  se humilló a sí mismo,  haciéndose obediente hasta la muerte,  y muerte de cruz.

Durante su encarnación entonces, el Señor Jesús obró dentro de las limitaciones corporales de su humanidad y siempre en dependencia de la voluntad de su Padre celestial. En su deidad, Cristo es omnisciente como lo confirman algunos pasajes bíblicos como Juan 2:23-25 donde dice: Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua,  muchos creyeron en su nombre,  viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos,  porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre,  pues él sabía lo que había en el hombre.

Interesante notar que una vez que el Señor Jesús murió y resucitó ya no estaba limitado voluntariamente por su humanidad y manifestó su deidad sin restricciones, como consta en Mateo 28:18 donde dice: Y Jesús se acercó y les habló diciendo:  Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

Aquí tenemos a Cristo Jesús en toda su magnificencia divina.