No hay ninguna evidencia concluyente amable oyente. Es decir que no existe ningún versículo donde se declare que nos vamos a reconocer o que no nos vamos a reconocer en el cielo. Sin embargo, existen ciertos indicios que conducen a la conclusión que los creyentes si podremos reconocernos en el cielo. Permítame citar dos casos en los cuales esto ocurre. El primero está en Lucas 9:28-31 donde dice: Aconteció como ocho días después de estas palabras,  que tomó a Pedro,  a Juan y a Jacobo,  y subió al monte a orar.  Y entre tanto que oraba,  la apariencia de su rostro se hizo otra,  y su vestido blanco y resplandeciente.  Y he aquí dos varones que hablaban con él,  los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria,  y hablaban de su partida,  que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

Moisés y Elías están en la gloria con Dios, sin embargo, en la transfiguración, los tenemos en una conversación con el Señor Jesús, platicando acerca de la pronta partida del Señor Jesús a Jerusalén donde iba a ser crucificado. Se infiere que entre los tres, el Señor Jesús, Moisés y Elías deben haberse reconocido para poder estar hablando entre ellos como relata el texto. El segundo está en 2 Samuel 12:19-23. La Biblia dice: Mas David,  viendo a sus siervos hablar entre sí,  entendió que el niño había muerto;  por lo que dijo David a sus siervos:  ¿Ha muerto el niño?  Y ellos respondieron:  Ha muerto.  Entonces David se levantó de la tierra,  y se lavó y se ungió,  y cambió sus ropas,  y entró a la casa de Jehová,  y adoró.  Después vino a su casa,  y pidió,  y le pusieron pan,  y comió.  Y le dijeron sus siervos:  ¿Qué es esto que has hecho?  Por el niño,  viviendo aún,  ayunabas y llorabas;  y muerto él,  te levantaste y comiste pan. Y él respondió:  Viviendo aún el niño,  yo ayunaba y lloraba,  diciendo:  ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí,  y vivirá el niño?  Mas ahora que ha muerto,  ¿para qué he de ayunar?  ¿Podré yo hacerle volver?  Yo voy a él,  mas él no volverá a mí.

El hijo que David tuvo con Betsabé estaba enfermo de muerte y David clamaba a Dios con ayuno por sanidad. De todas maneras, el niño murió, porque eso fue lo que Dios había anunciado de antemano. Al morir el niño, David se levantó y concluyó su ayuno. Esto dejó perplejos a sus siervos quienes le hicieron la pregunta: ¿Por el niño aun viviendo ayunabas y llorabas, y muerto él te levantaste y comiste pan? La respuesta de David fue: Viviendo aun el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Ahora, preste atención a lo que dijo David: Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí. Era imposible que el niño venga del más allá para estar nuevamente con David, pero eso no significaba que David no iba a ver nunca más al niño, porque David tenía la esperanza de que un día iba a ir donde estaba el niño. Esto le sirvió de consuelo en su momento de dolor por la muerte de su hijo. De casos como estos se infiere que los salvos nos podremos reconocer en el cielo.