La palabra de Dios enseña que una vez salvos, somos para siempre salvos. Existe mucha evidencia bíblica que demuestra este hecho. De entre esa mucha evidencia, solamente permítame tomar este texto.

Juan 10:27-29 dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi padre.»

Si ha recibido a Cristo como su Salvador personal, llega a ser un hijo de Dios y también una oveja de Cristo. Imagine cuánto le ama su pastor que estuvo dispuesto a morir en lugar suyo. Como oveja del rebaño de Cristo, entra a disfrutar de algunos beneficios. Este texto cita al menos lo siguiente: Usted es conocido por Cristo. Qué importante es en nuestra sociedad el ser conocido de algún personaje importante. Bueno, como hijo de Dios es conocido de Cristo. Como tal, nada ni nadie puede hacer algo en su contra sin el consentimiento de su pastor. Además, dice el texto que el pastor le da vida eterna. No dice que le dará vida eterna si no peca o si se mantiene fiel hasta el final. Nada de esto. El texto dice simple y llanamente que el pastor, le otorga vida eterna cada instante de su existencia por la eternidad. Otra forma de decir que nadie puede quitarle la vida eterna. Por eso dice el mismo texto que las ovejas del pastor que es Cristo, no perecerán jamás. Esto sería suficiente garantía para sentirnos seguros de nuestra salvación, pero el pastor va más allá en su afán de que esté seguro de su salvación eterna. El texto dice que está en la mano del pastor y por tanto, no existe nadie que pueda arrebatarlo de allí en contra de la voluntad del pastor. Si hubiera alguien más fuerte que Cristo podría arrebatarle de la mano de Cristo, pero ¿quién puede ser más fuerte que Cristo? Absolutamente nadie. Y más aún, además de estar en la mano de Cristo estamos también en la mano del Padre. Cristo y el Padre nos sostienen en su mano, por eso nuestra salvación está garantizada por la eternidad. De manera que, no podemos ni siquiera pensar en cualquier cosa que podría ocasionar la pérdida de la salvación. Preste atención a lo que dicen textos como Romanos 8:35-39

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?

Como está escrito:

Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;

 Somos contados como ovejas de matadero.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

De modo que, deje atrás sus dudas y disfrute de su seguridad de salvación, no porque se sienta salvo, sino porque eso es lo que dice la palabra de Dios.