Allá, por la década del 70, una publicidad de una marca de vino, se hizo muy famosa. La escena ocurría en el ámbito familiar de un joven matrimonio que por primera vez iba a tener un hijo.
El slogan era ¨Pasan cosas lindas en una familia¨. Ternura, abrazos, emoción y alegría eran las emociones que se intentaban asociar con lo que supuestamente debía ser ¨La familia¨.
Lo cierto es que, en realidad, no siempre pasan cosas tan lindas en las familias. ¿No es así? Amores, celos, competencias, envidias, mentiras y violencia, se esconden tras los telones de algunos escenarios familiares. Comencemos con la primer familia, Adán y Eva.
Creados por la mano de Dios y señores del paraíso. Disfrutaron de lo perfecto del Edén hasta que desobedecieron. El modelo original que Dios les había proporcionado estaba ahora atravesado y distorsionado por el pecado. Sus hijos, según dicen los historiadores, fueron muchos. Si bien el relato de Génesis no da detalles, sí lo hace con tres de ellos de quienes nos da sus nombres: Caín, el primogénito, Abel y Set.
La envidia le lleva a Caín a cometer el primer asesinato de la historia humana: mata a su hermano Abel porque éste había ofrecido mejor ofrenda a Jehová.
De allí en adelante la humanidad conocería lo más oscuro a lo que un corazón puede llegar: un humano quitándole la vida a otro ser humano y a ¡Su propio hermano!
Tanto Abel como Caín, habían escuchado la misma historia de labios de sus padres. Igualmente habían sido instruidos ante el peligro de desobedecer y las tristísimas consecuencias de la rebeldía. Sin embargo, uno agradó a Dios y el otro se convirtió en asesino. ¿La diferencia? Fue la FE de Abel.
En esta familia, un hijo se relacionó con Dios y el otro solo vivió una religión de Dios. ¡Qué importante revisar el modo de creer de nuestro corazón para que sea genuino, personal y transformador y no simplemente una religión armada y sin sentido!
Pensamiento del día:
“Tenemos bastante religión como para odiarnos, pero no suficiente para amarnos.”