En 1 Juan 1:8 dice que si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros, pero en el mismo libro capítulo 3 versículo 9 dice que todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado. ¿Cómo puede ser esto?

Leamos el pasaje bíblico que se encuentra en 1 Juan 1:8 hasta 1 Juan 2:2. Dice así: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.»

Muy bien. En ese pasaje bíblico se hace claro que el pecado, lamentablemente, puede ser una realidad en la vida de un creyente verdadero. Si algún creyente afirma que nunca ha pecado siendo ya creyente, se está engañando a sí mismo, y no está diciendo la verdad.

Ante esta lamentable realidad, Dios ha diseñado un mecanismo efectivo para arreglar el pecado de un verdadero creyente. Este mecanismo se llama la confesión. Confesar algo a Dios significa hablar lo mismo que Dios en cuando ese asunto o estar de acuerdo con Dios en cuanto a ese asunto.

Cuando un creyente por ejemplo confiesa a Dios que ha mentido, está diciendo: Dios, he mentido y estoy de acuerdo contigo en que la mentira es un pecado que ofende tu santidad. Confesar no es lo mismo que justificarse por algún pecado que hemos cometido.

Volviendo al ejemplo de la mentira. Confesar no es decir a Dios: Yo mentí porque no había más que hacer, o yo mentí porque me obligaron a hacerlo, etc.

Esto no es confesar. Repito que confesar es ponerse de acuerdo con Dios en que lo que hicimos está mal porque ofende la santidad de Dios. Cuando un verdadero creyente que ha pecado confiesa a Dios ese pecado, mire lo que pasa. El texto que leímos dice que Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

Es la respuesta de Dios a un corazón que con sinceridad reconoce la realidad del pecado en su vida. Perdón y limpieza significa que en lo que a Dios respecta, el pecado cometido por el creyente, es como si nunca hubiera sucedido. Ojo que esto no necesariamente elimina las consecuencias del pecado. Dios está listo y dispuesto para perdonarnos y limpiarnos, pero nadie nos puede librar de las consecuencias del pecado. Es parte de la cara fea del pecado.

Si un creyente verdadero dice que no ha pecado, está en cierto sentido negando la afirmación de Dios en cuanto a que es posible que un verdadero creyente peque. Por eso el texto dice que hacemos a Dios mentiroso y la verdad no está en nosotros. Todo esto tiene el propósito de buscar santidad práctica en la vida de los creyentes. Por eso dice el texto: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis.

Pero nuevamente se insiste en el hecho que, si aún así, un creyente comete algún pecado, tiene un abogado para con el Padre. Ese abogado es Jesucristo el justo. Con un abogado así, quien pagó a la perfección por el pecado, tenemos garantía de que el Padre nos perdona y nos limpia de toda maldad.

Muy bien. Ahora veamos lo que tenemos en 1 Juan 3:9. Para observar el contexto vamos a leer inclusive el versículo 8. Dice así: «El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.»

Vemos que el no creyente, o el incrédulo es alguien que practica el pecado. Esto significa alguien en quien el pecado no es una excepción sino una costumbre, o una práctica. En esto, el incrédulo se parece a su padre el diablo, porque el diablo practica el pecado desde el principio.

Espero que note la diferencia. Esto es de vital importancia. Para el creyente verdadero el pecado es una excepción en su vida, pero para el incrédulo o el falso creyente quien también es incrédulo, el pecado es una norma o una práctica o una costumbre en su vida. El Hijo de Dios, Jesucristo ha aparecido para deshacer esa obra del diablo en la vida de los incrédulos.

Cuando el texto leído dice que todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, está dando a entender justamente que los creyentes no cometen pecado como una práctica, o como una costumbre en su vida. Puede ser que pequen de vez en cuando, pero confesarán a Dios ese pecado, se apartarán de ese pecado y serán perdonados y limpiados por Dios.

Pero no vivirán cometiendo pecado constantemente. ¿Ve Usted la situación? El hecho que el pecado sea una excepción y no la norma en la vida de un creyente verdadero, es una obra de lo que el texto llama la simiente de Dios. Se refiere a la nueva naturaleza que posee todo creyente.

Esta nueva naturaleza es santa pura y perfecta porque es engendrada por Dios. Esta nueva naturaleza es la que no puede pecar. El creyente verdadero posee esta nueva naturaleza que no puede pecar, pero mientras esté en este mundo, todo verdadero creyente tiene también la vieja naturaleza. Esta vieja naturaleza en cambio es experta en el pecado.

La vida cristiana es en esencia obedecer a los impulsos de la nueva naturaleza e ignorar los impulsos de la vieja naturaleza. Espero que esta explicación clarifique este asunto en cuando al pecado esporádico en el creyente y el pecado constante o la práctica del pecado en el incrédulo.