Cuando Filipenses 2:7 dice que Cristo Jesús se despojó a sí mismo, ¿De qué se despojó?

El tema que Usted pone sobre la mesa es de vital importancia. Tiene que ver con las inescrutables verdades de la encarnación de Cristo.

Comencemos por leer el pasaje bíblico que se encuentra en Filipenses 2:5-8 donde dice: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.»

Hay tanto para comentar en este corto pero profundo pasaje bíblico, pero el tiempo y lo puntual de su consulta nos obliga a concentrarnos en la frase «sino que se despojó a sí mismo»

La palabra clave de esta frase es el verbo despojarse. Es la traducción de un verbo griego que literalmente significa anonadarse o hacerse nada, o tornarse vacío y de allí se ha traducido como despojarse.

La gran pregunta es: ¿De qué se despojó Cristo Jesús? Este ha sido gran tema de debate entre los teólogos. Algunos de ellos han llegado a la conclusión que Cristo Jesús, a partir de su encarnación, se despojó de sus atributos divinos.

Pero esto no puede ser aceptado de ninguna manera por dos poderosos motivos.

Primero y más importante, porque eso significaría que Cristo Jesús habría dejado de ser Dios a partir de su encarnación. Sería menos que Dios, llegando apenas al plano que le asignan algunas sectas falsas.

Segundo, porque las obras que Cristo Jesús realizó durante su ministerio público en la tierra, claramente muestran que tenía atributos divinos. De otra manera como se explican los milagros que realizó.

De ninguna manera se puede aceptar entonces que Cristo Jesús se haya despojado de sus atributos divinos en su encarnación. ¿Entonces de qué se despojó? La Biblia testifica de lo que se despojó.

Primero, de su gloria celestial. El cuerpo de Cristo Jesús fue como un velo que ocultó la gloria celestial de su persona divina. Así como un obrero se pone un mandil sobre su ropa para poder trabajar sin el temor de ensuciarse, así también el cuerpo de Cristo Jesús fue el mandil que ocultó la gloria celestial de su divina persona.

En algún momento durante su ministerio en la tierra, Cristo Jesús tomó a tres de sus discípulos y los llevó a un monte. En ese monte, Cristo Jesús se quitó momentáneamente el mandil que es su cuerpo, para que sus discípulos contemplen la gloria celestial de su divina persona. El espectáculo fue tan formidable, que los tres discípulos querían quedarse en ese monte para siempre.

Poco antes de ir a la cruz, Jesús oraba a su Padre con las palabras de Juan 17:5 donde dice: «Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.»

Cristo Jesús se despojó de su gloria celestial en su encarnación.

En segundo lugar, Cristo Jesús se despojó de su autoridad autónoma. Durante su encarnación Cristo Jesús sometió totalmente su autoridad a la voluntad de su Padre. Juan 5:30 dice: «No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la voluntad del Padre»

En tercer lugar, Cristo Jesús se despojó de sus prerrogativas divinas. En su encarnación Cristo Jesús se despojó del ejercicio de sus atributos divinos a voluntad. No es que no los poseía, simplemente restringió su uso a lo que el Espíritu Santo le guiaba.

En cuarto lugar, Cristo Jesús se despojó de su riqueza. Siendo el dueño de todo lo creado, a pesar que todo lo creado está por ahora, temporalmente bajo el dominio del maligno, Jesús se despojó de toda esa riqueza.

Cuando un escriba hizo intento de seguir a Jesús, conociendo Jesús el corazón de este escriba le dijo, según Mateo 8:20 «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza»

Hablando sobre esto mismo, el apóstol Pablo dice en 2ª Corintios 8:9 «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.»

Así es, Cristo Jesús se despojó de su incomparable riqueza cuando se revistió de carne.

En conclusión diremos entonces que Cristo Jesús no se despojó de ninguno de sus atributos divinos. Se despojó de su gloria celestial. La cubrió con un velo de carne. Se despojó de su autoridad autónoma. La sometió a la voluntad de su Padre. Se despojó de la prerrogativa de usar sus atributos divinos a voluntad y los sometió a lo que el Espíritu Santo le guiaba y se despojó de su cuantiosa riqueza. Se hizo totalmente pobre para que Usted y yo seamos inmensamente ricos, no necesariamente en el plano material sino principalmente en el plano espiritual.