Si un pastor de una iglesia es un excelente predicador, pero tanto su esposa como sus hijos tienen un testimonio totalmente malo. ¿Será que el llamado de Dios al pastorado fue solo al esposo más no a su esposa e hijos?
Cuando un hombre se casa con una mujer, Dios realiza un milagro. El milagro es que de dos personas, totalmente diferentes, un hombre y una mujer, Dios les hace uno. Esta unidad es monolítica e indivisible. Leamos lo que dice Génesis 2:24.
«Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.»
Siendo una sola carne, una sola entidad, un solo organismo, etc. ni el esposo ni la esposa pueden hablar en términos de «mi dinero o mi casa, o mi automóvil, o mis hijos». Esposo y esposa son una sola carne y lo correcto sería hablar de «nuestro dinero o nuestra casa, o nuestro automóvil, o nuestros hijos».
Igual trato debe recibir el llamado al pastorado. Si Dios ha llamado al esposo al pastorado, ese llamado es también para la esposa. El esposo por tanto no podría decir: Yo he sido llamado al pastorado, no importa que mi esposa no me apoye. Si Dios pone en el corazón de un esposo el involucrarse en la obra del Señor a tiempo completo, el esposo debería tratar con amor y tino este asunto con su esposa para indagar si su esposa está también de acuerdo. Si la esposa se opone a que el esposo sirva al Señor a tiempo completo, entonces lo prudente sería esperar hasta que Dios cambie la mente y el corazón de la esposa, porque los dos son una sola carne.
Además de este razonamiento es necesario notar lo que dice la palabra de Dios con respecto a los requisitos que deben cumplir los que anhelan obispado o pastorado. En 1ª Timoteo 3:1-7, el apóstol Pablo dejó para la iglesia lo que se conoce como la lista de requisitos para los pastores. Consideremos específicamente los versículos 4 y 5 donde dice:
«Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad, pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿Cómo cuidará de la iglesia de Dios?».
En este pasaje bíblico vemos que uno de los requisitos para los pastores es saber gobernar bien su casa. Esto significa que el esposo es el líder del hogar y de una forma amorosa señala el camino por el cual siguen los otros miembros de la familia. El gobernar bien su casa implica también que el esposo es el proveedor para satisfacer las necesidades de su esposa e hijos. Es el esposo el que tiene la responsabilidad de satisfacer las necesidades espirituales, emocionales y físicas de la esposa y los hijos.
Otro de los requisitos para los que quieren ser pastores es que sus hijos estén en sujeción con toda honestidad. Este requisito se aplica siempre y cuando los hijos estén viviendo bajo el mismo techo que los padres, y tiene que ver con la formación del carácter de los hijos. El amor del esposo acompañado por la disciplina debe producir el resultado de sumisión de los hijos en toda honestidad. En el versículo 5 se da la razón para este requisito, allí dice: «Pues el que no sabe gobernar su propia casa, donde hay pocas personas y todos ellos conocidos y menores que él, cómo va a pretender cuidar de la iglesia de Dios, donde hay más personas, con temperamentos muy diversos y algunos mayores que él».
Es obvio que si un hombre no puede gobernar en una esfera pequeña, tampoco podrá gobernar en una esfera mucho más grande. Incidentalmente, en el versículo 5 podemos ver el verdadero trabajo de los pastores en la iglesia de Dios. Su función no es gobernar sino cuidar, el pastor no es un déspota, tampoco es un pusilánime, sino que es uno que cuida el pueblo de Dios como un pastor que cuida de su rebaño. El único otro lugar en el Nuevo Testamento donde se utiliza la expresión «cuidar de» es en la parábola del buen Samaritano de Lucas capítulo 10. El mismo cuidado amoroso y compasivo que mostró el samaritano hacia la víctima de los ladrones debe ser mostrado por los pastores a su grey.
Ahora entonces surge la pregunta: ¿Qué hacer cuando un pastor no está gobernando bien su casa? ¿Debemos denunciarlo a la congregación? ¿Debemos pedirle que renuncie? ¿Debemos disciplinarle? A este respecto permítame sugerirle algunas ideas.
La primera cosa que deberíamos hacer después de reconocer el problema de la falta de liderazgo en la familia por parte de un pastor, es ir a él y a solas confrontarle con el problema, manifestándole amor, respeto y la Escritura en la cual nos fundamentamos para confrontarle. En lugar de hablar con otros sobre el mal testimonio de la familia del pastor, debemos orar por él y luego ir a él para en amor buscar una restauración.
Suponiendo que esto no trajera ningún resultado, entonces lo indicado sería compartir el problema con otro pastor de la misma iglesia o denominación para juntos intentar nuevamente la restauración de pastor caído.
Si esto no trae el resultado deseado, entonces lo más aconsejado sería dejar el problema en las manos de los líderes de la iglesia, para que sean ellos quienes den los pasos necesarios para corregir la situación. Todo esto debe ser tratado con mucho amor, recordando que los pastores o ancianos somos seres humanos como cualquier otro miembro de la congregación.
Debemos recordar que como seres humanos los pastores o ancianos también estamos propensos a caer, por esto necesitamos de mucha oración de parte de la congregación, para que no caigamos y nos mantengamos fieles al Señor, cuidando de la congregación.
El acusar a un pastor o anciano, ante la iglesia es algo muy serio y por tanto debe ser hecho con testigos y en total dependencia del Espíritu Santo y la palabra de Dios. Es por esto que el mismo apóstol Pablo instruía a Timoteo lo que leemos en 1 Timoteo 5:19 donde dice: «Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos».
Debido al hecho que los pastores o ancianos ocupan posiciones de responsabilidad en la iglesia, no es extraño que sean el blanco preferido del ataque de Satanás quien utiliza a los hermanos como instrumentos para lograr sus fines. Por eso es que Usted habrá visto que contra los pastores se levantan los hermanos para calumniar, criticar, murmurar, chismear, etc. Por esta razón, el Espíritu Santo ha dejado un preciso mandamiento acerca de como manejar las acusaciones contra los pastores o ancianos. El principio básicamente tiene que ver con no dar crédito a cualquier acusación de cualquier hermano en contra de los pastores o ancianos. Para que la acusación sea válida debe estar apoyada por dos o tres testigos a quienes conste la falta que supuestamente ha cometido el pastor o anciano.
En resumen entonces, uno de los requisitos que debemos cumplir los pastores o ancianos es que debemos gobernar bien nuestra casa. Es decir que si la esposa o los hijos de un pastor que viven con él están dando un mal testimonio, esto significa que el pastor o anciano no está gobernando bien su casa y por tanto ha dejado de cumplir con los requisitos para ser anciano o pastor. Esto no significa que este pastor o anciano debe ser echado de su cargo inmediatamente. Lo que significa es que es necesario dar los pasos pertinentes para ayudar al pastor o anciano a reconocer y corregir el problema. Si esto no funciona entonces serán los otros pastores o ancianos de la iglesia quienes determinarán lo que sea adecuado.