El alma de una persona, no importa si la persona es buena o mala, es lo que la persona es. El alma designa la vida personal o al individuo mismo. Cuando la persona está viva en el mundo, el alma de la persona está unida al cuerpo de la persona. Cuando la persona muere físicamente, se produce una separación entre el alma y el cuerpo. El cuerpo comienza inmediatamente a descomponerse y permanecerá en descomposición hasta el momento de la resurrección, tanto en los creyentes como en los incrédulos. Pero el alma, simplemente continúa su existencia en otro plano de vida podríamos decir. En el caso de los creyentes, el alma continúa existiendo en el cielo. Esa es la esperanza que Dios nos da por medio de su palabra.

Observe lo que dijo Pablo al respecto 2ª Corintios 5:6-8 dice: «Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor»

Pablo sabía que su alma podía estar en uno de dos lugares. En el cuerpo mientras su cuerpo estaba con vida en este mundo. O en el cielo, con el Señor, cuando su alma salga de su cuerpo. La existencia del alma en el cielo es por la eternidad.

Pero ahora veamos el caso de los incrédulos. En este caso también, el alma continúa existiendo, pero en tormento en fuego. Mateo 25:41 dice: «Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles»

Las almas de los que nunca han recibido el perdón de Dios de Cristo, continuarán existiendo por la eternidad, pero en el fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Ese es el destino que ellos mismos eligieron cuando rehusaron recibir a Cristo como Salvador mientras tuvieron su oportunidad. De modo, que, el alma de las personas no muere, continúa su existencia por la eternidad, ya sea en el cielo o en el infierno, dependiendo de lo que hayan hecho en cuanto a la salvación que Dios ofrece en Cristo.