¿Puede un pastor o el cuerpo oficial de una iglesia, expulsar a algún creyente de la iglesia por sospechas o por chismes de determinadas personas?

El expulsar a un creyente de una iglesia local, es la máxima medida de disciplina que se puede tomar en contra de un creyente que persiste en pecar. De esto nos hablan varios pasajes bíblicos de los cuales me gustaría citar uno.

Se encuentra en Mateo 18:15-18 que dice: «por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano»

Este es proceso delineado por el Señor Jesucristo para manejar la disciplina. Vemos que son pasos que pretenden buscar arrepentimiento por parte del pecador.

Primero una confrontación a solas. Si no funciona, viene el segundo paso, una confrontación con testigos. Si no funciona, viene el tercer paso, una confrontación pública en la iglesia, si no funciona, viene el cuarto paso, una expulsión de la iglesia, pues a eso se refiere esto de tenerle por gentil y publicano. Note que siempre está la esperanza de lograr arrepentimiento en el pecador. La medida de disciplina extrema, la expulsión de la iglesia o la excomunión, es algo extremadamente serio, que se lo debe tomar en total dependencia del Señor, porque implica arrojar al creyente a un estado donde Satanás puede hacer lo que quiera con ese creyente.

Por la seriedad de esta medida de disciplina, no se la puede manejar alegremente, ni por sospechas, ni por chismes ni por venganza. Debe ser ejecutada por hombres espirituales, llenos del Espíritu Santo y cuando ya han agotado todas las otras medidas y tienen pruebas irrefutables de la persistencia del creyente en su pecado.

Muy mal si algún pastor o cuerpo oficial de alguna iglesia está expulsando creyentes de la iglesia en base a sospechar y chismes solamente. Ningún líder en ninguna iglesia debería ser un Diótrefes, este personaje de triste recordación de quien se habla en tercera de Juan.

Este Diótrefes expulsaba de la iglesia a los creyentes que no le caían bien y su conducta ha quedado en el Nuevo Testamento como advertencia a los que se creen dueños de la iglesia local y piensan que pueden hacer con ella lo que les venga en gana.