Se aproximan las elecciones en mi país, pero no deseo votar. Se que la Biblia dice que debemos obedecer a nuestras autoridades, pero la política no rinde ningún beneficio. Los partidos políticos se han transformado en asociaciones para la corrupción, donde no existen principios morales, donde no se respeta a las personas, donde el fraude es práctica común, donde se practica aquello que antes se repudiaba. Quizá sea debido a esto que la juventud en general no participa en la política. ¿Debemos los cristianos participar en esto y con nuestra participación avalar estas acciones? ¿No dice la Biblia que no debemos participar en los pecados de otros?

Interesante su consulta y lamentablemente real y cruda su apreciación de la política. Salvo honrosas excepciones que de seguro existirán, yo también tengo una idea muy semejante a la suya en cuanto a la política.

La pregunta es: ¿puede un creyente verdadero y fiel al Señor participar en la política? ¿Puede un creyente verdadero y fiel al Señor depositar su voto en una elección democrática, sabiendo que todo esto es orquestado por una política en su mayoría corrupta?

Mucho se puede decir sobre esto. Yo tengo mi propia convicción personal sobre el asunto y eso es justamente lo que me gustaría compartir con Ud.

Yo tengo un llamado en mi calidad de creyente. Dios me ha llamado a ser discípulo de Cristo, embajador en nombre de Cristo en este mundo, instrumento del Señor para anunciar las buenas nuevas de salvación, etc. Ese es mi llamado y en esencia es el mismo llamado para todo creyente en general.

Si Jesús hubiera pensado diferente a esto, se habría afiliado a algún partido político de su tiempo, o hubiera formado su propio partido político. El que no lo haya hecho es el ejemplo que yo sigo. Sobre la votación, aunque ciertamente es parte de un proceso democrático en el cual los políticos tienen mucho que ver, sin embargo, por un lado está la obligación de las autoridades, en los países donde es así, a lo cual debemos someternos y por otro lado está el uso del privilegio de la libre determinación, en el sentido de escoger quien es el mejor, a nuestro criterio para gobernar.

Depositar un voto en una urna electoral no es necesariamente equivalente a participar en política según mi manera de ver las cosas. Por eso no tengo problema en votar por aquel que el Señor me guíe a hacerlo. Es una tranquilidad sin embargo, saber que mi voto no es quien decide quien va a gobernar, porque como humano yo puedo fallar. Pero quien nunca falla es Dios y en fin de cuentas es Él quien pone y quita a las autoridades.