Es creyente y está casada con un esposo incrédulo que dista mucho de ser un buen esposo. Muchas veces se ha sentido desfallecer y rendirse, pero hasta ahora se ha mantenido confiando en Cristo. Últimamente ha estado pensando muy seriamente en divorciarse. Nos pide nuestra opinión.
Como Ud. podrá notar, hemos omitido intencionalmente algunos detalles personales de su consulta para proteger su identidad. Ud. nos pide nuestra opinión sobre su idea de divorciarse de su esposo.
Permítame compartir con Ud. lo que Dios dice en su palabra la Biblia. 1ª Corintios 7:12-16 dice: «Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consciente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consciente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?»
Este pasaje bíblico da la respuesta a su inquietud. Dice que si una mujer creyente tiene marido que no sea creyente, y él consciente en vivir con ella, la responsabilidad de la mujer creyente es no abandonar o no divorciarse del marido incrédulo. La razón para esto es porque el marido incrédulo es santificado en la mujer creyente. Esto significa que el marido incrédulo está expuesto a la influencia piadosa de su esposa mientras ella está junto a él.
Esta influencia piadosa de la esposa creyente, podría ser lo que eventualmente lleve a los pies del Señor al marido incrédulo. Pero si el marido incrédulo no desea continuar viviendo junto a su mujer creyente y él toma la iniciativa para divorciarse de su mujer creyente, entonces la mujer creyente no debe oponerse o no debe forzar a su marido incrédulo a vivir con ella. La razón para esto es porque la hermana no está sujeta a servidumbre en semejante caso sino que a paz nos llamó Dios.
Quizá Ud. dirá, pero mi marido no quiere saber nada de Dios ni de su palabra, no me deja ir al templo, se emborracha, me humilla, no toma en cuenta mi opinión, no me ama, etc. ¿Aún así debo someterme a vivir con él? La respuesta es sí, siempre y cuando él consienta a vivir con Ud. No digo que es fácil o placentero para una esposa creyente el vivir con un marido incrédulo, pero eso es lo que demanda Dios y Dios le dará el poder y la paciencia para soportar a su marido incrédulo. Hasta aquí parece que no hay problemas en poner en práctica este mandato.
El problema se agrava cuando el marido incrédulo usa la violencia y amenaza la integridad física de la esposa creyente o de los hijos, al punto de poner en riesgo la vida de los miembros del hogar. En este caso, lo prudente podría ser que la esposa creyente explore la posibilidad de separarse de su esposo incrédulo. No estoy hablando de divorciarse sino separarse. En estas condiciones se aplicaría lo que la Biblia aconseja a las parejas casadas, creyentes, que por alguna razón deciden separarse, no divorciarse.
1ª Corintios 7: 10-11 dice: «Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.»
Ahora bien, cuando existe inmoralidad sexual en el marido incrédulo, y éste se niega totalmente a abandonar su vida de pecado pretendiendo hacer de la fornicación su norma de vida, y todos los medios posibles para que cambie su conducta han fracasado, entonces y solo entonces, la esposa creyente podría pensar en un divorcio, amparada por la enseñanza de Jesús en pasajes como Mateo 5:32 que dice: «Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.»
Esto no debe ser entendido en el sentido que Jesús está de acuerdo con el divorcio o que la Biblia aconseja el divorcio o que la voluntad de Dios es el divorcio. Nada de esto. Este texto simplemente señala que cuando hay fornicación, o inmoralidad sexual, de por medio, entonces y solo entonces, un divorcio sería justificado. Solo Ud. y Dios pueden saber si se ha llegado a este punto. Mientras no haya total seguridad de que esto es lo que se debe hacer, es mejor revestirse de paciencia y permanecer unida al esposo incrédulo. Insisto en el hecho que no estoy recomendando el divorcio. Lo único que digo es lo mismo que Jesús dijo cuando enseñó sobre el divorcio. Espero que estas ideas le ayuden en su situación particular.