Hasta donde se sabe, la costumbre de hacer lo que se llama un pesebre navideño, tiene sus raíces en el catolicismo romano que llegó a América a través de los conquistadores. En algunos casos es muy evidente el ánimo de adorar la figura del niño Jesús que es parte integral de todo pesebre. Esta práctica, me refiero a adorar una imagen, cualquiera que sea, es opuesta a lo que enseña la palabra de Dios, porque viola el segundo mandamiento.
Éxodo 20:3-6 dice: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte y celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos»
La adoración de imágenes, cualesquiera que sean es condenada por la palabra de Dios. Si se arma un pesebre navideño para adorar la imagen del niño Jesús se está cayendo en la idolatría.