Sé que algunos médicos han hecho algún tipo de análisis de las causas, desde el punto de vista médico, que produjeron la muerte de Jesús en la cruz. ¿Tienen Ustedes algo así?
Con mucho gusto me gustaría compartir con Usted el análisis médico de la muerte de Jesús, realizado por el Dr. Ricardo Hidalgo, tal como apareció en una revista publicada por el diario Hoy de Quito, Ecuador.
Dice así este doctor: Con el conocimiento de las prácticas de crucifixión y de algunos detalles anatómicos, se puede reconstruir algunos aspectos de la forma de ejecución por crucifixión.
Cada herida aparentemente tenía la intención de producir una larga agonía y contribuir a la muerte de la víctima. Los azotes previos a la crucifixión debilitaban al mártir y si la hemorragia era considerable, se producía una hipotensión ortostática, o una pérdida de presión sanguínea y un shock hipovolémico. O el shock por la pérdida de volumen sanguíneo producido por alguna hemorragia.
Cuando la víctima era lanzada hacia el piso sobre su espalda, en preparación para una transfixión de sus manos, o la acción de herir pasando de parte a parte, sus heridas de flagelación probablemente volvían a abrirse y se contaminaban en el suelo. Más aún, en cada respiración, las heridas dolorosas del flagelamiento eran raspadas con el madero áspero en el que colgaba.
Como resultado, la pérdida de sangre proveniente de la espalda seguramente continuaría durante la crucifixión. Con los brazos estirados pero no en forma tirante, las muñecas eran clavadas al patíbulo. Se ha demostrado que los ligamentos y los huesos de la muñeca pueden soportar el peso del cuerpo suspendido.
En cuanto a los clavos de hierro, seguramente eran guiados entre el radio y los huesos del carpo, o entre las dos filas de huesos del carpo, ya sea próximos o a través del flexor retináculum y los ligamentos intercarpianos.
A pesar de que el clavo podía pasar entre los elementos óseos y no producir ninguna fractura, posiblemente la herida perióstica era muy dolorosa, periostio es la membrana fibrosa adherida a los huesos, que sirve para su nutrición y renovación.
Mas aún, el clavo podría cortar el nervio mediano, sensitivomotor, que al ser estimulado produciría descargas de dolor en ambos brazos. A pesar de que la lesión del nervio mediano provocaría una parálisis de una porción de la mano, las contracciones isquemáticas, por falta de circulación sanguínea adecuada, y el daño de varios ligamentos podrían provocar un desgarro.
En cuanto a los pies, estos eran sujetados a través de unos clavos de hierro colocados entre el primero y segundo espacio intermetatarsiano, justamente cerca de la articulación tarsometatarsiana. Es lógico afirmar entonces que el nervio peróneo y las ramas medias y laterales de los nervios plantares podrían lesionarse con los clavos.
A pesar que la flagelación pudo haber producido una considerable pérdida de sangre, la crucifixión más bien era un proceso de pérdida de poca sangre, ya que la mayoría de las arterias o el arco plantar profundo eran los lugares anatómicos favoritos de la transfixión, o el herir de un lado a otro con algo punzante.
Hoy sabemos que el mayor efecto patofisiológico de la crucifixión es la interferencia con la respiración normal, particularmente con la exhalación. El peso del cuerpo tirando hacia abajo con los brazos abiertos tiende a colocar los músculos intercostales en un estado de inhalación y por ende obstaculiza una exhalación que es pasiva.
De acuerdo con esto, la exhalación era primordialmente diafragmática, y la respiración se hacía muy superficial. Es habitual que esta forma de respiración no supla las necesidades de oxígeno, y como resultado se produzca una hipercarbia o un aumento de la concentración de anhídrido carbónico en la sangre.
La presencia de calambres musculares, debido a la fatiga y a la hipercarbia, dificultaría la respiración aún más. Para una exhalación adecuada se precisa elevar el cuerpo utilizando como apoyo los pies, la flexión de los codos y hacer movimientos de aducción de los hombros.
Sin embargo, esta maniobra coloca todo el peso del cuerpo sobre los huesos del tarso y producirían un dolor severo. Más aún, la flexión del codo causa la rotación de las muñecas alrededor de los clavos de hierro, provocando un dolor pronunciado a lo largo del nervio mediano.
Levantar el cuerpo también sería una acción muy lacerante, ya que apoyaría la espalda sangrante en el poste de madera. Los dolores musculares y una parestesia, o sensación de adormecimiento u hormigueo, de los brazos se añadirían a la posición incómoda.
Como resultado, cada esfuerzo para respirar sería más agobiante y llevaría a la asfixia.
Como vemos, la causa de la muerte por crucifixión es entonces multifactorial, pero lo más importante quizá sea el shock hipovolémico, por la súbita pérdida del volumen sanguíneo, y la asfixia.
Otros factores contribuyentes podrían ser la deshidratación, arritmias cardíacas producidas por el estrés y un fallo congestivo del corazón, con una acumulación rápida de líquido en la pleura y pericardio.
La crucifractura, es decir la ruptura de las piernas por debajo de las rodillas podía acelerar la muerte por asfixia. Ya que los israelitas no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz después del ocaso, al empezar el Shabat, pidieron a Poncio Pilato que ordene su crucifractura para apresurar la muerte.
Los soldados rompieron las piernas de los dos ladrones, pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, traspasaron su costado con una lanza de infantería y de la herida salió un fluido de sangre y agua.
En relación con la muerte de Jesús, dos aspectos han sido la fuente de gran controversia, a saber: la naturaleza de las heridas en su costado y su muerte después de pocas horas en la cruz.
El evangelio de Juan describe el repentino flujo de sangre y agua a través de la cortadura. Algunos autores han interpretado que el flujo de agua que salía de su costado, podía ser orina debido a una perforación en la línea media abdominal que logró traspasar la vejiga.
Sin embargo, la palabra griega utilizada por Juan claramente denota la lateralidad e implica la ubicación en las costillas. Es por eso que, probablemente, la herida fue torácica, muy lejos del abdomen. A pesar de que el sitio de la herida no está señalado por Juan, tradicionalmente ha sido presentado en el costado derecho.
Apoyando esta tradición también se ha postulado que probablemente se provocó la perforación de la pared de la aurícula derecha, o del ventrículo del mismo lado. Es por eso, que el agua posiblemente fue el líquido pleural o pericárdico, y pudo haber precedido a un sangrado profuso proveniente del ventrículo.
La muerte de Jesús después de seis horas en la cruz sorprendió aun a Poncio Pilato. El hecho de que Jesús gritara en voz alta y luego dejara caer su cabeza y muriera, sugiere la posibilidad de una muerte súbita por rotura cardiaca o arritmia letal.
En el momento de la crucifixión y de la flagelación, con una hipovolemia, o falta de volumen sanguíneo e hipoxemia, o falta de oxígeno en la sangre, concomitantes, y quizá con un estado de coagulación alterado, pudo provocarse un estado de hipercuagulabilidad con formación de trombos que embolizaron la circulación coronaria y produjeron un infarto agudo de miocardio transmural.
Las vegetaciones valvulares trombóticas pueden desarrollarse bajo condiciones traumáticas agudas, y hoy sabemos que la rotura de la pared del ventrículo izquierdo también puede ocurrir en las primeras horas que siguen a un infarto masivo.
En otro orden de cosas, también es probable que se produjera una arritmia cardiaca fatal. Entonces, permanece la incertidumbre de si la muerte de Jesús fue debido a una rotura cardíaca o a un fallo cardiorrespiratorio. Claramente se ve que el peso de la evidencia histórica y médica indica que Jesús murió antes de que le perforasen su costado, apoyando la visión tradicional de que lanza penetró entre sus costillas y atravesó probablemente no solo el pulmón derecho, sino también el pericardio y el corazón. Hasta aquí el escalofriante recuento de lo que pudo haber pasado con Jesús en la cruz, desde el punto de vista médico.
La pregunta obligada es ¿por qué? La respuesta aparece en la Biblia. Considere lo que dice Romanos 5:8 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
Allí lo tiene Jesucristo pasó por todo esto, que ha sido analizado desde el punto de vista médico, para que Usted y yo seamos librados del castigo por nuestro pecado.
Cristo murió en lugar del pecador para que el pecador pueda ser perdonado. Todo fue por el amor que Dios tiene al pecador. Por amor, Jesús fue abandonado de su padre para que su padre pueda ampararnos a nosotros. Por amor, Jesús se hizo pecado para que nosotros podamos estar libres del pecado. Por amor, Jesús probó la muerte para que nosotros podamos tener vida. Qué grandioso es nuestro Dios y nuestro Salvador, el Señor Jesucristo.