¿Está bien jugar a las cartas (barajas) entre amigos creyentes, como el popular «truco»?.

Bueno, hasta donde me he informado, el truco es un juego de cartas muy popular en Argentina, en el cual los jugadores pueden apostar dinero o simplemente hacerlo por diversión. La palabra de Dios condena los juegos en los cuales se confía en la fortuna para ganar. Uno de los muchos pecados con que el pueblo de Israel ofendió a Dios fue justamente el confiar en la fortuna. Isaías 65:11-12 dice:

«pero vosotros los que dejáis a Jehová, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna, y suministráis libaciones para el Destino; yo también os destinaré a la espada, y todos os arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada.»

El pueblo de Israel dio la espalda a Jehová y se volvió a la Fortuna.

Fortuna, es la traducción de Gad que era el dios arameo de la suerte. También se volvió al Destino. Destino es la traducción de Meni, el dios arameo del destino.

Todo aquel que confía en la fortuna o el destino para ganar la lotería o cualquier juego de azar, está dando las espaldas a Dios y esto es algo muy serio.

Note que en el caso de Israel, eso les trajo la consecuencia de arrodillarse en el degolladero para ser decapitados. Confiar en la Fortuna y el Destino es hacer lo malo delante de los ojos de Jehová y escoger justamente lo que le desagrada. Esto se aplica a todo juego de azar, donde la fortuna y el destino eligen a sus favorecidos.

Pero Ud. me dirá con mucha razón, ¿Y si no se apuesta dinero y se lo hace solo por diversión? Bueno, al respecto es necesario señalar que si hemos de disfrutar en su plenitud de las bendiciones que están disponibles en Cristo, debemos mantenernos completamente apartados de todo aquello que es dudoso y el juego de cartas por placer lo es.

Los jugadores profesionales que derrochan su bien o mal habido dinero en los casinos, no se hicieron tales de la noche a la mañana. Todos ellos comenzaron cuando niños o jóvenes jugando al aparentemente inocente juego de las cartas solo por placer. Esto se hizo un vicio y sin que ellos lo noten fueron arrastrados a la pasión de los juegos de azar.

Además la práctica de jugar a las cartas solo por placer tiene la desventaja de ser una diversión en la cual raramente se usa de moderación. Prácticamente cada jugador con las cartas en su mano, confía en la fortuna para ganar, aunque sea solo la satisfacción de haber derrotado a todos. Adultos que juegan a las cartas pronto se encontrarán invirtiendo precioso tiempo que bien podría ser utilizado de una manera más productiva. Mujeres que juegan a las cartas pronto se encontrarán invirtiendo precioso tiempo que podrían dedicar al cuidado de sus familias y al mejoramiento de su cultura. Jóvenes que juegan a las cartas, pronto se encuentran invirtiendo tanto tiempo que podrían dedicar al estudio y a la preparación que necesitan para ser útiles el día de mañana.

Ud. y yo conocemos de cantidad de casos de hombres y mujeres, que han descuidado su hogar y sus hijos por las cartas, de hombres que han descuidado sus negocios y de jóvenes que han hecho lo mismo con el estudio. El juego de cartas es absorbente, esclavizante. No es simplemente un juego fascinante, es un juego intoxicante y por lo tanto, peligroso.

Además de esto, si el juego de cartas no perjudica al que lo juega, es muy posible que perjudique a los demás. Los jóvenes que ven a un creyente jugando a las cartas serán estimulados a jugar también y para ellos será muy difícil hacerlo con moderación. En este caso se aplica a la perfección el consejo del apóstol pablo en 1 Corintios 10:23-24 que dice:

«Todo me es lícito, pero no todo conviene, todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.»

Puede ser que para una persona muy madura en esta área de jugar a las cartas, le sea lícito hacerlo, pero eso no significa que puede hacerlo sin problema, porque puede ser que aunque para él sea lícito esto de jugar a las cartas, sin embargo sea inconveniente para otros y por tanto algo que no edifica. Es por eso que pablo dice: Ninguno busque su propio bien, sino el del otro. Por lo dicho, mi consejo es evitar el juego a las cartas, aun cuando sea solo por placer.