La doctrina del purgatorio es un dogma de fe de la iglesia Católico Romana, según la cual, aunque la muerte de Cristo hizo posible que los pecados fuesen perdonados, el pecador perdonado debe sufrir algún dolor o tormento, de intensidad y duración desconocidas, a fin de ser purificado y, por consiguiente, hecho apto para entrar en el cielo.
Al explicar la doctrina del purgatorio, el Segundo Concilio Vaticano dice lo siguiente: La doctrina del purgatorio demuestra con claridad que aun cuando la culpa del pecado ha sido eliminada, la pena de ella o las consecuencias de la misma pueden permanecer y deben ser expiadas o limpiadas…
En el purgatorio las almas de los que han muerto en la caridad de Dios y se han arrepentido verdaderamente, pero que no habían hecho satisfacción con la penitencia adecuada por sus pecados y omisiones, son limpiadas después de la muerte con castigos designados para purificar la deuda.
Hasta aquí la explicación del Segundo Concilio Vaticano acerca del purgatorio.
La doctrina del purgatorio, con el purgatorio como un lugar de purificación del alma después de la muerte, fue sugerida por el papa Gregorio el Grande en el año 593 DC. Había tal renuencia en aceptar esta doctrina en la iglesia, que fue recién en el Concilio de Florencia, en 1439, cuando fue aceptada como un dogma católico romano oficial.
Es decir que hicieron falta casi 850 años para que la doctrina del purgatorio sea oficialmente aceptada por la iglesia católico romana.
Su consulta tiene también que ver con qué dice la Biblia sobre la doctrina del purgatorio.
Bueno, la Biblia refuta totalmente la mencionada doctrina por cuanto la obra de Cristo en la cruz a favor del pecador fue una obra perfecta y completa. Poco antes de expirar en la cruz, luego de seis horas de indescriptible suplicio, el Señor Jesús pronunció una de sus últimas frases.
Note como lo registra el apóstol Juan en su Evangelio, capítulo 19 versículo 30: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”
La frase “Consumado es” es la traducción de una sola palabra griega, la palabra “tetelestai”, la cual tenía al menos tres significados para la gente de la época en la que Jesús murió.
Tetelestai se usaba en el mundo de los negocios. Cuando una persona hacía un préstamo el deudor firmaba un documento legal por en el cual constaba el monto adeudado, la forma de pago y la fecha de vencimiento del pago. Cuando el deudor pagaba la deuda se estampaba un sello en el documento legal. El sello era la palabra “tetelestai”. De aquí, la palabra tetelestai significa deuda cancelada.
Cuando desde la cruz, Jesús pronunció la palabra tetelestai estaba diciendo: La deuda por el pecado del hombre está totalmente cancelada.
La doctrina del purgatorio atenta contra esta verdad insoslayable al pensar que el pago por el pecado efectuado por Cristo en la cruz no fue completo y el hombre necesita colaborar con algo mediante el castigo en el purgatorio.
Pero la palabra tetelestai no solo se usaba en el mundo de los negocios sino también en el mundo del arte. Cuando un pintor daba la última pincelada a su obra de arte, ponía a un lado los utensilios para pintar y pronunciaba la palabra tetelestai. Con esto estaba diciendo: He terminado una obra de arte.
La muerte de Cristo en la cruz fue por decirlo así, la última pincelada de la obra de arte de Dios para poder salvar al pecador.
La doctrina del purgatorio niega esta verdad al dar lugar a pensar que la obra de Cristo en la cruz no completó el plan de Dios para la salvación del hombre y por eso el hombre también debe hacer su parte para poder ser salvo.
Además de ser usada en el campo de los negocios y del arte, la palabra tetelestai también se usaba en el trato del esclavo con el amo. Cuando un amo pedía hacer algo a un esclavo y el esclavo cumplía al pie de la letra con lo que su amo había pedido, mirando a los ojos del amo, el esclavo decía: tetelestai. Con eso estaba afirmando que la obra se había cumplido a cabalidad.
Cristo, como el siervo de Jehová vino a este mundo para hacer la obra sin igual de redimir al pecador. Él mismo dijo que había venido al mundo para buscar y salvar lo que se había perdido.
La muerte en la cruz fue el episodio final de la obra de redención de Dios en Cristo. La obra fue cumplida a cabalidad. Cuando Jesús pronunció desde la cruz: Consumado es o tetelestai, estaba diciendo: No hace falta nada más para que el pecador que crea en mí sea salvo.
La doctrina del purgatorio niega esta verdad al pensar que Jesús no cumplió a cabalidad con la obra que Dios le dio de salvar al pecador y por eso el hombre tiene que hacer al menos una parte de esa obra para poder entrar al cielo.
De modo que, Cristo efectuó el pago completo por el pecado del hombre en la cruz del calvario. Cristo terminó la obra de arte para que el pecador condenado se convierta en pecador redimido. Cristo cumplió a cabalidad con la obra que su Padre le dio para hacer y no hace falta nada más para que el pecador que cree en él sea inmediatamente salvo.
Todo esto se hizo patente cuando Jesús, poco antes de morir dirigió palabras de esperanza a un ladrón que fue crucificado junto a él en el monte calvario. Cuando este ladrón dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino, Jesús no le dijo: De cierto te digo que tendrás que ir al purgatorio y cuando tu alma sea purificada estarás conmigo en el paraíso. Ponga mucha atención a lo que dijo Jesús a este ladrón arrepentido. Se encuentra en Lucas 23:43 “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”
Como Usted podrá notar. Las palabras de Jesús no dan ni siquiera un leve indicio para pensar en la existencia de un lugar de purificación intermedio antes de ir al paraíso o al cielo.
La esperanza viva que tenemos los creyentes es que tan pronto muramos, si hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, estaremos en el cielo. Observe lo que enseña el apóstol Pablo en 2ª Corintios 5:6-8 “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.”
El creyente puede estar solamente en uno de dos lugares. O en el cuerpo, mientras vive en este mundo, o en el cielo, cuando sale de este mundo. No existe en absoluto lugar intermedio como afirma la doctrina del purgatorio. Esto es lo que la Biblia enseña en cuanto a la doctrina del purgatorio.