“Por eso, ya no deben mentirse los unos a los otros. Todos nosotros somos miembros de un mismo cuerpo, así que digan siempre la verdad.” Efesios 4:25
Se supone que uno oculta aquellas cosas que le dan vergüenza o que traduce como peligrosas o amenazantes para uno mismo.
Ocultamos kilitos de más, arrugas, canas y hasta conductas y hábitos que si saliesen a la luz serían juzgados como impropios o romperían nuestra imagen intachable y respetada socialmente.
Lo cierto es que nada de esto se vive sin emociones que lo acompañen y el verdadero obstáculo radica justamente en lo que sentimos y pensamos acerca de aquello que no podemos manifestar de manera auténtica y sin dobleces.
Hoy en día es muy difícil escuchar un “te quiero” entre hijos y padres, un “esto me enoja o me lastima”, como quizá decir “me siento triste o solo” o “perdóname, te lastimé”. Vivimos en la era de las máscaras donde se genera la ilusión de que cuanto más fortaleza o dureza demostramos, más respeto ganamos. ¡Nada más erróneo!
Es que cuanto más nos esforzamos en disimular y ocultar nuestro corazón, más se enferman nuestros cuerpos, vínculos y maneras de pensar.
Todos nosotros reprimimos nuestros sentimientos en mayor o menor medida; pero no fue así en la vida de Jesús. Él nos dejó un perfecto ejemplo de cómo se vive congruente con uno mismo y con lo que se siente. En el Getsemaní, muy cerca del momento de ser crucificado, abrió su corazón ante su Padre en oración; pero también entre sus amigos al decir: Mi alma está muy triste hasta la muerte. Sólo un hombre seguro de sí mismo tiene la capacidad de mostrarse tal cual es, así como Jesús lo hizo.
Cuando vivimos con miedo a poner en evidencia nuestras necesidades y sentimientos ocultamos detrás de la soberbia, la violencia, el perfeccionismo y la autosuficiencia, nuestras zonas más vulnerables y frágiles.
Así nuestras relaciones se tiñen de superficialidad y de vacío. Aprender a comunicarnos emocionalmente nos acerca a la verdad. Dios nos recibe tal cual somos y podemos comenzar practicando sinceridad con Él. Allí no hay rechazos ni vergüenzas.
Pensamiento del día:
Prefiero la verdad a la mentira, la sinceridad a la hipocresía y la realidad a la apariencia.