La vida es un constante entrenamiento. Igual que un gimnasio. Si asististe alguna vez a uno de ellos sabrás que hay implementos y accesorios que nunca deben faltar. Comparemos. En primer lugar: las pesas. Las hay por toda la habitación y de diferentes kilajes, de acuerdo con la exigencia del entrenamiento y la etapa de desarrollo muscular en la que te encuentres. Peso, más peso, mucho peso, peso controlado, peso exagerado… El entrenador sabe bien cuánto aumentar. También Dios. No te preocupes que Él nunca te sobrecargará, aunque sientas caer bajo la presión.
Espejos. Sí. En todo gimnasio los hay y cubren cada una de sus paredes. Tienen la función de exhibir tus nuevos músculos desarrollados para ver cómo luces. La Biblia debe ser tu único espejo ante el cual hagas un autoexamen regular y evalúes tu progreso.
También hay fotos gigantes de atletas súper musculosos que pasaron antes, ¿verdad?… Así como en el gimnasio, en la vida existen héroes que imitar. La Biblia está repleta de ellos que engalanan la galería de la fe. (Puedes leer Hebreos capítulo 11, como para ver algunos.)
No falta la música motivadora, especialmente escogida para la ocasión. Es que se debe entrenar acompañado por el ritmo. Es mucho mejor. Te pregunto, ¿a qué ritmo marcha el paso de tu vida?… ¿Quién o qué marca tus pasos? Si no lo sabes, una vida de oración disciplinada es aconsejable.
¿Y el reloj?… Los hay en cada pared. Es que el entrenador los usa: “Diez minutos de tal máquina. Luego tres minutos de elongar músculos, y después cinco minutos de cardio”. Y tú vas observando y te animas, al saber que cada vez falta menos. ¿Sabías que tenemos relojes proféticos en la Palabra de Dios que nos indican que cada vez falta menos?… ¡Y debemos observarlos!
Como ves, apreciado amigo, la vida es un gimnasio y Dios debe ser tu entrenador. Hay desafíos cada día, metas que alcanzar, nuevos horizontes para conquistar. No te quedes escondido en tu pereza viendo atrofiarse los músculos de tu fe. ¡Crece!
Pensamiento del día: Nos espera un mundo cada día más hostil. Solo los entrenados sobrevivirán.