Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda. Así comienza el cuento de Jorge Bucay que justamente se llama “El Buscador”. En el capítulo 3 del evangelio de Juan aparece un buscador de la verdad, su nombre era Nicodemo. Se trataba de un prestigioso magistrado de la elite judía, una de esas personas vip de la sociedad de aquellos tiempos. Lo notable es que una noche fue el escenario de su más profunda búsqueda y del encuentro con la verdad. Evidentemente la penumbra lo cubría de su ignorancia y de la vergüenza que le significaba acercarse a este tal Jesús que venía de Nazaret, que era hijo de un carpintero pero que estaba revolucionando las calles de Galilea. ¿Qué buscaba Nicodemo al encontrarse con Él? Una evidencia de quién realmente era. Pero para su sorpresa, la respuesta que recibe lo confunde más aún: Debes nacer de nuevo. Nada en la teología y en la religión judía explicaba la posibilidad de un nuevo nacimiento para conocer a Dios. Su fe era cumplir leyes, rituales y sacrificios religiosos, pero nada de eso tenía que ver con el verdadero evangelio de Jesús. Por eso, en una empática actitud de comprensión, el Maestro lo invita a volver a nacer. No desde lo físico, sino desde el corazón y con el Espíritu.
Quizá también tú seas un buscador. Puede que tímidamente o lleno de dudas intentes encontrar verdades que den respuesta a tus necesidades espirituales. Esa búsqueda es buena. De noche, de día, en tus mejores épocas o en las peores, siempre encontrarás a un Jesús dispuesto a darte lo “nuevo” que tiene para ti. Nacer de nuevo no es mejorar tu vida sino es permitir que, por la fe en Él, la vida de Dios fluya por su Espíritu en ti. Nacer de nuevo nos identifica con Jesús y nos une por fe al Padre.
La vida cristiana comienza cuando desechamos nuestros privilegios y posiciones para identificarnos por fe con lo nuevo de Jesús.