La dimensión verdadera de las trágicas consecuencias del pecado de todo hombre queda en evidencia al comprender la verdadera dimensión de la gracia de Dios que fue necesaria para cubrir tal pecado. En un aspecto el pago o costo por redimirnos fue exactamente igual para todos, tanto para el “buenito” como para el peor de los hombres. El pago fue el mismo porque el precio o la consecuencia de pecar fue la misma: LA MUERTE.
Puedes leerlo en Romanos 5:12. Algunos se auto convencen de que no necesitan tanto de Dios como fulano o mengano. Porque fulano es criminal o mal padre y porque mengano es ladrón o asesino. “Pero yo no. Soy una ¿buena persona?… No hago mal a nadie. Tendré mis “cositas” por ahí. ¡Todos las tienen! ¡Todos lo hacen!, pero nada grave”… Suena lógico. De hecho es este el argumento de la mayoría de las personas que van camino a la condenación eterna convencidos que son buenos. Tal vez este ejemplo te sirva para graficar mejor el concepto.
Imagínate que te encuentras internado en la sala de un hospital por algunos síntomas en tu salud que te están molestando. Nada grave, pero, por las dudas, no viene mal el chequeo. Junto a ti están en la misma sala, pacientes con tuberculosis, cáncer terminal, VIH, septicemia y las peores enfermedades que te hayas imaginado. Llega el doctor para su ronda de rutina y, luego de examinar a cada paciente, informa a toda la sala que aunque los síntomas sean diferentes, las cusas son las mismas, por lo tanto todos los pacientes deberán ser sometidos al mismo tratamiento durante un lapso prolongado. Tratamiento nada fácil y muy costoso. ¿Cuál sería tu reacción?… Bueno, yo saltaría de la cama, increparía al doctor y le diría que esto es imposible. Que yo no me estoy muriendo ni me siento tan mal como los demás. Pero la sentencia del profesional sigue siendo la misma, el mismo diagnóstico y la misma solución. ¿Lo puedes ver?…
Pensamiento del día:
Es una tragedia compararte con el resto de los hombres pues siempre buscarás compararte con aquel que está peor que tú, minimizando así la realidad de tu condición.