A lo largo de mi trayectoria en la vida cristiana me he topado con diversas personas que dicen seguir a Jesús, que dicen servir a Dios, pero sus acciones denotan motivaciones enfermas, una fe en crisis y metas no genuinas.
El ser humano es sensible al autoengaño. Sensible a persistir en esa ciega actitud de guiar sus proyectos de vida por motivaciones malsanas.
Definamos la palabra “motivación” como ese motor interno que me lleva a hacer lo que hago. Jesús fue tácito al revelar la motivación correcta y única aprobada por el Padre, al decir: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”.
Es ese amor genuino a Dios, y por ende al pueblo de Dios, el que debe ser el combustible de mis fuerzas para todo servicio.
¿Pero, puede haber otro motor y otro combustible para dedicar una vida de servicio cristiano, que no sea mi amor a Dios y a los demás?… Sí. Y de hecho lo hay por todas partes.
Es aquí cuando aparece el peligro de “auto engañarse” al que me referí. Correemos ansiosos detrás de proyectos y metas que, aun siendo de tinte altruista y cubiertas de cierto manto de piedad, en el fondo buscan saciar ciertas ansias de conquistas personales, de saborear la miel del prestigio siendo seducido por los aplausos, el renombre y los carteles. Ego. Vanidad. Hipocresía. Orgullo vano.
Ponle todos los sinónimos que encuentres, tal persona nunca lo verá, de no ser por un embate de la firme mano de Dios que le derriba desde sus alturas y le pone de cara con su propia “nada” para luego, con esa misma mano de gracia, restaurarlo después. Pues: antes de quebrantamiento existe la soberbia, declaró Salomón.
¿Qué es lo que en verdad buscamos?… Fueron estas palabras las que inauguran el evangelio de San Juan, y fueron dirigidas a dos jóvenes curiosos que pretendían seguir a escondidas a Jesús por orden de su líder, Juan el Bautista. Estas palabras fueron directas a sus conciencias, no sea cosa que busquen más prestigio, mejor paga, más fama.
No, dijo Él. Siervos, siervos por amor a mí, a mi Padre y a la familia de mi Padre. Cualquier otra motivación pertenece a este mundo, y aquí abajo se quedará para siempre.
Pensamiento del día:
Decimos someter nuestros proyectos bajo Su voluntad, cuando en verdad intentamos que Dios se someta bajo los nuestros.